Un involuntario intento de abordaje

La batalla del Mar del Coral fue la primera batalla naval de la historia en la que las flotas enfrentadas no llegaron a estar en ningún momento a la vista una de otra. La lucha se desarrolló íntegramente a través de los aviones embarcados en sus portaaviones (el Zuikaku y el Shokaku del lado japonés, y el Lexington y el Yorktown del estadounidense). El primer día de la batalla, el 7 de mayo de 1942, los ataques aéreos tuvieron como objetivos agrupaciones navales secundarias. Los aviones japoneses localizaron y hundieron al destructor norteamericano Sims y al petrolero de escuadra Neosho, mientras que los estadounidenses acabaron con el portaaviones de escolta Shoho. Pero el enfrentamiento principal aún no se había producido. Ambos bandos sabían que los portaaviones de escuadra enemigos estaban próximos. Si uno de los dos lograba localizarlos antes que el otro, la batalla estaría decidida.

Esa tarde el almirante japonés Takagi ordenó el despegue de 27 aviones del Shokaku (12 bombarderos en picado Aichi D3A y 15 torpederos Nakajima B5N) con la misión de buscar y atacar a los portaaviones estadounidenses. La visibilidad era muy reducida a causa del mal tiempo, con lluvia y nubes bajas, y los aviadores fueron incapaces de localizar a la flota enemiga. Finalmente se vieron obligados a renunciar a la búsqueda y emprender el regreso. En realidad las dos escuadras estaban mucho más cerca de lo que ambos bandos suponían. Cuando volaban de vuelta a su portaaviones, los japoneses fueron descubiertos por los radares de la flota estadounidense. Los cazas Grumman FSF Wildcat del Lexington despegaron para interceptar a la formación enemiga. Los Wildcats sorprendieron a los japoneses, y en un corto combate lograron derribar ocho torpederos y un bombardero. El ataque creó una gran confusión e hizo que los aviones supervivientes se dispersasen. En total, de los 27 aparatos que habían despegado del Shokaku, solo 18 regresaron a su portaaviones. Tres* de ellos lo consiguieron después de hacer una escala imprevista.

Empezaba a anochecer, y la visibilidad había empeorado todavía más. Un grupo de tres bombarderos en picado Aichi D3A había huido del ataque de los Wildcats y buscaba el camino de regreso al Shokaku. Entre las nubes los pilotos divisaron un portaaviones, supusieron que era el suyo y se dispusieron a aterrizar en él. Siguiendo el procedimiento habitual, dejaron caer sus bombas, enviaron señales luminosas al buque y se mantuvieron a la espera volando en círculos mientras aguardaban su turno. En realidad el buque era el portaaviones estadounidense Yorktown. Ni el personal que dirigía las maniobras ni los pilotos de los Wildcats que esperaban en el aire junto a ellos se percataron de que se habían colado unos intrusos. En el último momento, cuando el primero de los bombarderos japoneses se disponía a aterrizar, el piloto se dio cuenta de su error, aceleró al máximo y pasó de largo llevándose tras él a sus compañeros. Fue en ese instante cuando los estadounidenses descubrieron también que aquellos aviones eran enemigos. Algunas de las armas antiaéreas del buque abrieron fuego precipitadamente disparando a todo lo que había en el aire, incluyendo sus propios aviones.

El mecánico de aviación Bill Surgi formaba parte de la tripulación del Yorktown:

“Sucedió al atardecer. Había luz en el cielo del oeste y estaba oscuro al este. Nosotros en el Yorktown nos preparábamos para el aterrizaje de nuestra CAP (Combat Air Patrol) de cazas F4F Wildcat cuando un grupo de aviones que volaban en círculo alrededor de la Task Force enviaron señales de luces intermitentes que no reconocimos. Ese grupo de aviones se unió a nuestro patrón de aterrizaje. Nuestro LSO (oficial de señales de aterrizaje) estaba preparado para traer a bordo a los F4F de nuestra CAP porque eran los únicos aviones que esperábamos en ese momento. Los F4F tenían un tren de aterrizaje retráctil. El LSO vio un avión con un tren grande y fijo que se dirigía al área de aterrizaje. Era un bombardero en picado japonés Aichi Tipo 99 “Val” [“Val” era la denominación aliada para el Aichi D3A], por lo que le hizo señales para que saliese de allí, y el piloto japonés se alejó. Nuestro oficial, el capitán Buckmaster, dio la orden: “Prepárense para repeler un abordaje”. Cuando el avión japonés pasó a babor y se vio la “bola de carne” [así es como los militares estadounidenses llamaban al Hinomaru, el disco rojo japonés], todos los cañones fueron a por él. Era como fuegos artificiales, con trazadoras dirigiéndose hacia cualquier avión que pasaba por allí. ¡Supongo que pensaron que no eran de los suyos! Era inusual, cuanto menos, y todos estábamos con los nervios de punta. En la confusión general, algunos de los F4F de nuestra CAP pasaron a través del fuego amigo. El alférez William W. Barnes aterrizó con su radiador agujereado. Estaba dispuesto a pelearse con el personal de pista, queriendo saber por qué le habíamos disparado”.
(http://www.pacificwar.org.au/CoralSea/May.7th.html)

* Lo cierto es que se pueden encontrar varias versiones distintas de este episodio; dependiendo del testimonio que se elija, el número de aviones japoneses implicados varía entre uno, dos, tres... o dieciocho.

3 comentarios:

  1. Seguro que buscando se puede encuentrar alguna versión en la que un avión de carga japones hace un aterrizaje de emergencia lleno de soldados, y un recluta que estaba barriendo la cubierta los corrió a escobazos hasta lanzarlos por la borda.

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    1. No necesariamente habría sido un aterrizaje de emergencia. Los japoneses ya intentaron en una ocasión un ataque a bases aéreas estadounidenses con transportes de tropas que simplemente aterrizarían en sus pistas:

      http://nonsei2gm.blogspot.com.es/2011/04/el-destacamento-kaoru-y-el-ataque.html

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    2. Las diferencias en los testimonios son habituales, lo raro es que no las haya. Nos podemos quedar con que un avión japonés intentó aterrizar en el Yorktown y que parece que iba acompañado. Posiblemente los estadounidenses ni siquiera llegaron a enterarse de cuántos eran.
      Un saludo, Nomar.

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