Rockall, la última conquista del Imperio Británico

A comienzos de la década de los 50 el Ejército de los Estados Unidos y un consorcio de empresas privadas norteamericanas desarrollaron conjuntamente el primer misil de crucero con capacidad nuclear, el MGM-5 Corporal. En 1954 el gobierno del Reino Unido eligió el Corporal como vector de lanzamiento principal de sus fuerzas nucleares tácticas, convirtiéndolo en el primer misil guiado estadounidense vendido a una potencia extranjera. Para poner a prueba las capacidades de su nueva arma, el Ejército británico construyó una base de lanzamiento en la remota isla escocesa de Benbecula, en las Hébridas Exteriores, y una estación de radar en el minúsculo y aún más remoto archipiélago de San Kilda, 65 kilómetros al oeste. Los misiles eran disparados hacia objetivos imaginarios en medio del océano, lejos de las rutas de navegación habituales, y su trayectoria monitorizada por los radares situados en San Kilda. Allí, en el extremo norte británico, podían realizar los ensayos libres de miradas indiscretas, aunque de vez en cuando algún barco pesquero soviético era descubierto navegando por aguas sospechosamente próximas al área de pruebas.

Fue la necesidad de garantizar el secreto de sus pruebas armamentísticas, exagerada por la paranoia típica de los comienzos de la Guerra Fría, lo que llevó al gobierno británico a tomar la decisión de ordenar, por última vez en su historia (al menos hasta el día de hoy), una operación militar con el objetivo de anexionarse un territorio.

La isla de Rockall es un diminuto peñón situado en medio del océano, casi a mitad de camino entre Islandia y las islas Británicas. El lugar habitado más cercano es North Uist, una isla del archipiélago de las Hébridas Exteriores, a 370 Km de distancia. No es más que una roca de paredes casi verticales, el pico de un volcán extinto, que sobresale del mar hasta una altura de 23 metros. El islote está continuamente azotado por las olas, en una región del Atlántico Norte en la que el mal tiempo es habitual, y la única vida que alberga es una pequeña colonia de aves marinas. Los militares británicos temían que a los soviéticos se les ocurriese instalar allí un puesto de observación para espiar sus ensayos de misiles, así que decidieron adelantarse a ellos y ocupar la isla.

Rockall, un trozo de roca perdido en el Atlántico:


El 14 de septiembre de 1955 la reina Isabel II autorizó por escrito la operación. Sus órdenes eran:

”A la llegada a Rockall efectuarán un desembarco e izarán la bandera de la Unión sobre el lugar que les parezca más factible o conveniente, y a continuación, tomarán posesión de la isla en Nuestro nombre.”

La misión fue encomendada al buque de investigación oceanográfica HMS Vidal. Casualmente, el barco había sido bautizado con ese nombre en honor a Alexander Thomas Emeric Vidal, cartógrafo y oficial de la Royal Navy del siglo XIX, que, entre otras cosas, había sido el autor de la primera descripción conocida de Rockall.

El buque oceanográfico Vidal:


El Vidal llegó a Rockall al día siguiente,.pero una vez allí se vieron obligados a esperar varios días a que mejorasen las condiciones meteorológicas. El oleaje hacía muy peligroso el desembarco en el peñón desde un bote, y los fuertes vientos no permitían las operaciones con el helicóptero del buque. Al fin, la mañana del 18 de septiembre de 1955 el helicóptero Westland Dragonfly, pilotado por el comandante Ronald "Tubby" Leonard, pudo transportar hasta el islote a cuatro hombres: dos Royal Marines, el sargento Brian Peel y el cabo Alexander A. Fraser, un civil (aunque también ex-marine), el naturalista James Fisher, y un oficial de la Royal Navy, el lieutenant commander (rango británico equivalente a capitán de corbeta) Desmond Scott. El radio de las palas del rotor era demasiado grande como para intentar aterrizar o tan siquiera aproximarse a la roca, por lo que el comandante Leonard se vio obligado a llevar a los miembros del grupo de desembarco uno a uno, colgados de un arnés, y dejarles en la única superficie relativamente plana de la isla, una pequeña cornisa situada unos tres metros por debajo de la cumbre, conocida como “saliente de Hall” (llamada así en recuerdo del capitán Basil Hall, el primer marino británico que desembarcó en Rockall, en 1811).

Los hombres que desembarcaron en el islote, en una fotografía tomada desde el helicóptero, en la que se puede ver el poco espacio que tuvieron para el aterrizaje:


El sargento Peel fue el primero en aterrizar. Era la primera persona que pisaba Rockall desde hacía un siglo. Peel era un experto escalador. A petición de Fisher, descendió hasta el nivel del agua para recoger algunas muestras de algas. Tuvo que volver a subir precipitadamente, asustado por la fuerza con la que rompían las olas en el peñón. El capitán Scott fue el encargado de izar la Union Jack en lo alto del islote, mientras Fisher inmortalizaba el histórico momento con su cámara. A continuación fijaron en la roca una placa de bronce con la inscripción:

Por la autoridad de Su Majestad la Reina Isabel II, por la Gracia de Dios del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de los otros reinos y territorios de la Reina, Cabeza de la Commonwealth, Defensora de la Fe, y de acuerdo con las instrucciones de Su Majestad fechadas el día 14 de septiembre de 1955, el día de hoy se ha efectuado un desembarco en esta isla de Rockall desde el HMS Vidal. La bandera de la Unión ha sido izada y se ha tomado posesión de la isla en nombre de Su Majestad.
RH Connell, capitán , HMS Vidal, 18 de septiembre de 1955.


En la actualidad la placa ya no está donde la dejaron. No se sabe si fue víctima de las inclemencias del tiempo o si se la llevó de recuerdo alguno de los pocos visitantes que ha tenido Rockall desde entonces.

El capitán Scott iza la bandera británica en el peñón, con el cabo Fraser a su derecha:


El 21 de septiembre de 1955 el Reino Unido hizo el anuncio oficial de la anexión del islote deshabitado de Rockall. En un momento en el que el Imperio Británico estaba desintegrándose a una velocidad sorprendente, cuando muchas de sus colonias ya habían obtenido la independencia y otras no iban a tardar en hacerlo, la noticia de aquella aventura “imperial” fue recibida con burlas generalizadas por la mayor parte de la prensa y la opinión pública.

Al final la URSS nunca mostró el menor interés por Rockall, y no hay ninguna prueba de que los soviéticos se hubiesen planteado alguna vez ocuparlo o utilizarlo para operaciones de espionaje o para cualquier otro uso. Parece por tanto que los temores británicos eran infundados y no había motivo alguno para la anexión. Pero, aunque su valor militar fuese nulo, con los años el islote ha acabado teniendo una enorme importancia estratégica. Hoy casi nadie discute la soberanía británica de Rockall, que administrativamente forma parte del concejo escocés de las Hébridas Exteriores. Otra cosa son sus aguas circundantes. La posesión del islote ha servido al Reino Unido para reclamar como zona económica exclusiva una enorme extensión de océano en torno al peñón. La plataforma continental sobre la que se asienta podría ser rica en yacimientos de petróleo y minerales, y el gobierno británico afirma tener los derechos sobre todos los recursos que pudiera contener el lecho marino. Las reclamaciones británicas chocan con las de los países “vecinos”, Irlanda, Islandia y Dinamarca (este último en nombre de las islas Feroe), que niegan esos derechos y reclaman para sí mismos parte de ellos.

En 1997 la organización ecologista Greenpeace ocupó Rockall en protesta por las prospecciones petrolíferas británicas en la zona. Proclamaron su independencia como un nuevo estado con el nombre de Waveland (“Tierra de Olas”). El gobierno británico respondió con una absoluta indiferencia y se limitó a conceder a los activistas un permiso para permanecer en el islote. Fue entonces cuando se batió el récord de permanencia en el peñón: 42 días consecutivos. Se calcula que no llegan a veinte los desembarcos habidos en Rockall en toda la historia.

2 comentarios:

  1. Si resulta que hay petróleo, yacimientos minerales o cualquier recurso del que pueda sacarse un rendimiento económico, en la plataforma continental donde se asienta esta minúscula isla, los británicos no renunciarán a nada. Tienen mucha experiencia en conflictos coloniales y/ò diplomáticos, y sólo se marchan definitivamente de un lugar si hay una amenaza real de ser derrotados (India, Hong Kong, Irlanda, Palestina, Chipre...). Un artículo curioso, Nonsei.
    Saludos

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    1. Por lo poco que sé del tema, parece que no tienen mucha razón en sus reclamaciones. Según los tratados internacionales, para que un territorio tenga zona económica exclusiva tiene que tener población fija, y dudo que el gobierno británico pueda convencer a alguien para que se vaya a vivir allí. Pero como dices va a ser difícil que renuncien solo por ese pequeño detalle.
      UN saludo, Gluntz.

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