El primer combate aéreo de la Segunda Guerra Mundial

Cuando estalló la guerra entre Alemania y Polonia el caza principal con el que contaba la Fuerza Aérea Polaca era un avión de fabricación propia, el PZL P.11, un monoplano de ala alta, con cabina abierta y tren de aterrizaje fijo. En el momento de su entrada en servicio, a comienzos de la década, había sido un aparato realmente avanzado, capaz de competir en igualdad de condiciones con cualquier avión de combate de su época. Pero en 1939 había quedado obsoleto, y era muy inferior en todos los aspectos a los alemanes Bf 109 y Me 110. De hecho, los pilotos de los P.11 iban a tener muchos problemas incluso en sus enfrentamientos con los Ju-87 Stuka, bombarderos en picado casi tan veloces y maniobrables como sus cazas.

Hacia las 6 de la mañana del 1 de septiembre de 1939, apenas dos horas después del comienzo de la invasión alemana, los P.11 del 121º Escuadrón Aéreo de la Fuerza Aérea Polaca despegaron del campo de aviación de Balice, cerca de Cracovia, para hacer frente a una incursión de bombarderos alemanes Ju-87, He-111 y Do-17. El capitán Mieczyslaw Medwecki, comandante de la 3ª escuadrilla polaca, fue el primero en lanzarse contra la formación enemiga. Su caza fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora disparada por uno de los Stukas. Medwecki, herido de gravedad, se retiró del combate y trató de tomar tierra, pero no pudo mantener el control del aparato. El avión acabó estrellándose cerca de la aldea de Chrosna. El capitán Medwecki murió en el acto. Tenía 35 años. Fue el primer piloto muerto en combate aéreo en la Segunda Guerra Mundial.

Por tanto, sorprendentemente, el primer derribo de la guerra en un enfrentamiento entre aviones no fue obra de un caza, sino de un bombardero. El piloto del Stuka que derribó el P.11 de Medwecki era un joven teniente de 23 años llamado Frank Neubert. Le acompañaba como artillero de cola (el Stuka tenía una tripulación de dos hombres) el sargento Franz Klinger. Tras deshacerse de su primer contrincante, Neubert se dirigió contra el compañero de ala de Medwecki, el teniente Władysław Gnyś. El polaco, consciente de su inferioridad, viró en redondo y se retiró del combate. Unos minutos más tarde Gnyś atacó a un grupo de bombarderos Dornier Do-17. Uno de ellos, alcanzado por las ráfagas del caza polaco, perdió el control y se estrelló en el aire contra otro bombardero de su misma formación. Aquellos dos Do-17 fueron los primeros aviones alemanes derribados en combate aéreo en la Segunda Guerra Mundial (en realidad el episodio es bastante dudoso, y hay quien adjudica los derribos a la artillería antiaérea polaca).

Dos semanas después, cuando la derrota de Polonia era ya inevitable, el teniente Gnyś cruzó con su avión la frontera de Rumanía (por si a alguien le extraña, aclaro que no es un error; en 1939 Polonia y Rumanía compartían frontera, a lo largo de los territorios que poco después ocuparía la URSS y que hoy forman parte de Ucrania). Desde allí se dirigió a Francia dispuesto a continuar la lucha contra los invasores de su país. A los mandos de un caza de la Fuerza Aérea Francesa participó en numerosos combates sobre Bélgica y el norte de Francia. En julio de 1940, tras la capitulación francesa, huyó a Inglaterra y se alistó en uno de los escuadrones polacos que estaba formando la RAF. En agosto de 1944, siendo ya jefe de escuadrón, fue derribado sobre Rouen, en Francia, y capturado por los alemanes. A pesar de estar herido, logró fugarse y alcanzar las líneas aliadas. Después de la guerra se estableció en Canadá.

Frank Neubert, por su parte, combatió en la campaña de Francia, la Batalla de Inglaterra y las invasiones de Yugoslavia y Grecia. En otoño de 1942 fue destinado al frente ruso, donde pilotaría un bimotor de ataque a tierra Henschel Hs 129 (el apodo que recibió este modelo de avión lo dice todo: Panzerknacker, “rompetanques”). En enero de 1943 resultó gravemente herido al caer alcanzado por la artillería antiaérea soviética. Al final de la guerra se había convertido en uno de los pilotos de ataque a suelo más condecorados y respetados de la Luftwaffe. Se retiró en 1972 con el rango de teniente coronel del Bundeswehr (las fuerzas armadas de la RFA).

Neubert siempre quiso conocer en persona a su antiguo enemigo, el teniente Władysław Gnyś, pero durante muchos años estuvo dudando si sería apropiado ponerse en contacto con él. Finalmente un día se decidió a escribirle una carta. Desde entonces hasta la muerte del polaco en el año 2000 ambos hombres mantuvieron una curiosa amistad epistolar. Llegaron a verse en persona en varias ocasiones. El primero de aquellos encuentros tuvo lugar en la residencia de Gnyś en Beamsville, Ontario, el 1 de septiembre de 1989, exactamente en el 50º aniversario del comienzo de la guerra... y de su pequeña batalla particular.