El barco de los helados

Se cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial las fuerzas armadas estadounidenses descubrieron que una forma extraordinariamente efectiva de mantener alta la moral de sus tropas era permitir que tuviesen acceso a pequeños lujos cotidianos que les recordasen la vida en la retaguardia. Como los helados, por ejemplo. Para los soldados que sufrían el clima infernal de las islas del Pacífico, con un calor pegajoso y agobiante, poder disfrutar de un poco de helado suponía un indescriptible placer (como diría un anuncio) que les ayudaba a soportar las miserias y las penalidades del frente. Pensando en eso, la Marina estadounidense construyó un barco cuyo único fin era producir y distribuir helados. En muchos artículos, libros o webs de anécdotas históricas se habla del Ice Cream Barge, el barco fabricante de helados, enviado al Pacífico para refrescar a los sufridos marines. Se dice que su coste había sido de un millón de dólares, y, según las versiones más exageradas, era capaz de producir helado a un ritmo de 1.500 galones (unos 5.700 litros) por hora.

¿Qué hay de verdad en esta historia? Pues no todo, aunque en parte sí que es cierta. La prensa de la época informó de la puesta en servicio del barco heladero, pero con bastantes inexactitudes. El Ejército estadounidense (no la Marina) construyó una serie de barcazas con casco de cemento para múltiples usos, principalmente como almacenes flotantes. No tenían propulsión propia, por lo que para desplazarse tenían que ser remolcadas por otros barcos. Ancladas en puertos o fondeaderos, eran utilizadas para abastecer a la tropa de todo tipo de suministros: municiones, uniformes, botas, comida... Entre ellas había algunas barcazas frigoríficas pensadas para almacenar carne y alimentos frescos. Contaban con máquinas para fabricar hielo, y, cómo no, helados. Medían ochenta metros de eslora y tenían una tripulación aproximada de veinte hombres. Al menos tres de estas barcazas frigoríficas entraron en servicio y fueron enviadas al Pacífico. Una de ellas se hundió en aguas de Saipan durante una tormenta cuando estaba siendo arrastrada por el remolcador Jicarilla.

De repúblicas y banderas

Esta semana la noticia en mi país ha sido el anuncio de la abdicación del rey Juan Carlos I. Muchos han aprovechado la situación para intentar abrir un debate sobre el modelo de estado, con petición de referéndum incluida. A mí la discusión monarquía-república me parece más propia del siglo XIX que del XXI. De hecho, dudo que en estos tiempos los republicanos puedan encontrar muchos auténticos monárquicos con los que discutir. Lo cierto es que, más que entre defensores y detractores de la figura del rey, las posiciones enfrentadas son entre los que piensan que este es el peor momento para poner en cuestión la más alta institución del estado y los que creen que precisamente es ahora cuando hay que hacerlo. Defienden o atacan a la monarquía por su valor simbólico, el único real (valga la redundancia) que tiene en la actualidad.

Voy a dar mi opinión, para que nadie diga que no me mojo: ¿República? De acuerdo, siempre y cuando no renunciemos a la estética. No hay ninguna necesidad de recuperar la bandera tricolor. Bastaría con eliminar la corona y las flores de lis del escudo. De hecho, eso fue lo que hicieron en la Primera República, limitarse a quitar la corona de la bandera oficial de la época (lo cierto es que se trataba de una bandera provisional, pero el régimen no duró lo suficiente como para aprobar una enseña propia):


Eso no ocurrió al proclamarse la Segunda República. Desde el primer día las calles se llenaron de banderas tricolores, así que el nuevo gobierno no tuvo más que oficializar la enseña que ya había sido adoptada por los partidarios de la república. La tricolor llevaba ya décadas utilizándose por movimientos republicanos españoles. Está compuesta de tres franjas del mismo ancho, roja, amarilla y morada. En muchas banderas republicanas el amarillo no es color oro (gualdo), identificado con la monarquía, sino amarillo "ordinario", aunque esa distinción no aparecía en el decreto que la oficializaba. Se quería regresar así al origen de la bandera española, teóricamente basada en los colores de la Corona de Aragón. La franja inferior morada se incorporó en alusión a la Corona de Castilla, como representación de la pluralidad de los pueblos de España.


Hay quien cree que la inclusión del morado fue debida a un error, ya que el auténtico color de Castilla es el rojo carmesí. Pero en realidad no hubo tal error, como se puede leer en el decreto de 1931 que establecía la tricolor como bandera nacional:

Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España.

No dice que se añade un tercer color "en representación de una región ilustre", sino que se añade el que "la tradición admite por insignia de una región ilustre", lo que era totalmente cierto. Hay teorías que explican que la confusión pudo tener su origen en la pérdida del color original de los antiguos pendones con el paso del tiempo, que se habrían descolorido hasta aparecer como morado lo que había sido rojo. Fuese cual fuese el origen, el morado estaba y sigue estando considerado popularmente como el color de Castilla. Como tal fue incluido, pero el redactor del decreto tuvo cuidado de dejar claro que se trataba de una tradición y no de una realidad histórica.

En el escudo recuperaron el que había sido oficial de España durante la Primera República. Era prácticamente igual que el borbónico, excepto por la desaparición las flores de lis (emblema de los Borbones) y de las dos coronas de las torres de Hércules y por la sustitución de la corona real del timbre (parte superior del escudo) por una mural.

Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán ¿un partido obrero?

En las últimas semanas me he encontrado varias veces con comentarios y artículos en los que se hacía un paralelismo entre el triunfo del FN en Francia en las elecciones europeas y la llegada al poder del partido nazi en Alemania. Hay quien dice que, igual que ocurrió entonces, la crisis económica y la falta de soluciones de los partidos tradicionales han hecho que el voto obrero se fuese en masa a apoyar a formaciones de extrema derecha. No estoy seguro de que ese sea el caso de Francia. Después de todo, eran unas elecciones europeas, que allí interesan tan poco o menos que aquí (en España).

¿Y qué hay de cierto en la segunda parte de la comparación? ¿Realmente fueron los obreros alemanes los que dieron el poder a Hitler?

Veamos:

El SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) era uno de los pilares sobre los que se asentaba la República de Weimar. En mayo de 1928 ganó las elecciones al Reichstag con 9,2 millones de votos. Segundo, con 4,4 millones, fue el DVNP (Partido Nacional del Pueblo Alemán), de ideología nacionalista y conservadora. El KPD (Partido Comunista de Alemania) quedó en cuarto lugar, por detrás del Zentrum (de centro, como se puede adivinar por su nombre), con 3,3 millones. El NSDAP era todavía un partido marginal, con un peso político insignificante.

En las elecciones de septiembre de 1930 el NSDAP dio la sorpresa y se convirtió en la segunda fuerza política con 6,3 millones de votos. El SPD, aunque perdió escaños, siguió siendo el partido más votado, con 8,6 millones. En el tercer puesto apareció con fuerza el KPD (4,6 millones). Entre socialdemócratas y comunistas consiguieron 13,2 millones de votos, 700.000 más que en las elecciones anteriores.

En julio de 1932 el NSDAP se convirtió en el primer partido de Alemania con 13,7 millones de votos. Sería el mejor resultado conseguido por Hitler en unas elecciones realmente libres. El SPD siguió bajando (8 millones), pero el KPD continuó con su ascenso (5,3). Fueron el segundo y tercer partido más votados, respectivamente, y superaron entre ambos la suma de 13,2 millones de votos que habían conseguido dos años antes.

Después de que Hitler se negase a apoyar un gobierno de centro, al canciller Von Papen no le quedó más remedio que disolver el parlamento y volver a convocar elecciones. Se celebraron apenas tres meses más tarde, el 6 de noviembre de 1932. El NSDAP perdió dos millones de votos, quedándose en 11,7. El SPD, aunque continuó su descenso, conservó el segundo puesto con 7,2 millones. El KPD llegó a los 6 millones. Entre ambos partidos sumaron de nuevo en torno a los 13,2 millones, millón y medio más que los nazis.

Los resultados de las elecciones de marzo de 1933 no se pueden tener en cuenta. El presidente Von Hindenburg había nombrado canciller a Hitler y los nazis habían entrado en el gobierno y tenían todos los instrumentos del Estado a su servicio. Las votaciones se celebraron en un estado de excepción y en medio de una campaña de acoso contra los comunistas aprovechando el incendio de Reichstag. Muchos dirigentes comunistas habían sido ya detenidos, y ni uno solo llegaría a ocupar su escaño. En solo cuatro meses transcurridos desde la convocatoria de noviembre, el KPD perdió más de la mitad de sus votos y el SPD una cuarta parte. Sin embargo, ni siquiera así el NSDAP pudo lograr la mayoría absoluta.

En la actualidad es más difícil identificar el sentido del voto por estratos sociales. Todos los partidos aspiran a ser transversales, y cuentan con la ventaja de que el sentimiento de clase hoy en día está muy diluido (si es que sigue existiendo). En los años 30 las cosas estaban más claras. La mayoría del voto de izquierdas provenía de la clase obrera, entendiendo esta como la formada por los asalariados industriales. Así que si los obreros se hubiesen pasado al nazismo se habría notado en un descenso en el apoyo a socialistas y comunistas, algo que vemos que no ocurrió en absoluto. En las cuatro convocatorias electorales que hubo entre 1928 y 1932, mientras el NSDAP pasaba de ser un partido marginal a ser la primera fuerza política de la nación, la suma de votos del SPD y el KPD se mantuvo sorprendentemente estable en torno a los 13 millones de votos, con un porcentaje de voto que oscilaba en una estrecha franja entre el 36% y el 38%, y ambas formaciones se habían consolidado entre las tres primeras del parlamento. El NSDAP no creció a costa de los partidos que recibían tradicionalmente el voto obrero. Estos, en conjunto, mantuvieron e incluso aumentaron su base electoral, además con una visible radicalización, con una reducción del voto socialdemócrata y un ascenso de los comunistas, que en 1932 estaban ya pisando los talones al SPD.

Por tanto la creencia de que fue la clase obrera la que llevó al poder a Hitler no se sostiene a la vista de los distintos resultados electorales. A pesar de todos los esfuerzos de los nazis por presentarse a sí mismos como un movimiento de base obrera, no se puede decir que tuviesen éxito. Y si no fueron los obreros ¿quiénes votaron a Hitler? En primer lugar, y en una primera fase, el NSDAP se hizo con el voto nacionalista tradicional, numeroso por ejemplo en las regiones agrícolas protestantes. El DVNP, que en 1928 era la segunda fuerza política, en 1930 perdió gran parte de su base electoral a favor del NSDAP y pasó al quinto puesto, adelantado incluso por los centristas católicos del Zentrum. Más tarde, a medida que los efectos de la Gran Depresión se hacían notar en la economía alemana, los nazis fueron ganando apoyos entre las clases medias urbanas. Eran profesionales liberales, pequeños empresarios, comerciantes, artesanos, funcionarios... sectores que estaban sufriendo con dureza la crisis económica y que se veían ignorados por las fuerzas políticas tradicionales (la izquierda proletaria y la derecha conservadora).

Lo que no voy a hacer ahora es analizar la política francesa contemporánea para ver si realmente existen coincidencias con la Alemania de la República de Weimar. No era esa mi intención. Tan solo quería dar mi opinión sobre una afirmación que he escuchado y leído con frecuencia estos últimos días y que me parecía equivocada. Ese análisis queda para quien quiera hacerlo. Puede que incluso tengan algo de razón. Pero suele ser un error hacer paralelismos entre situaciones o hechos ocurridos en épocas distintas.

Drones y estrellas de Hollywood

Reginald Denny era un actor británico que había hecho carrera en Hollywood participando en numerosas películas como actor de reparto. Era también un ex-aviador (había servido en el Royal Flying Corps británico durante la Primera Guerra Mundial) y un gran aficionado a la aviación. En la década de los 30 se entusiasmó con el aeromodelismo, una afición que comenzaba a tener seguidores en aquella época. En 1934 abrió en Hollywood una tienda de aviones a radiocontrol y modelos a escala, la Reginald Denny Hobby Shops. Muchos de los aparatos que vendía eran diseñados por él mismo. En 1935 fundó la Radioplane Company, o RC, una compañía dedicada a la fabricación de aviones a escala teledirigidos. A Denny se le ocurrió que podía ofrecer al Ejército aparatos de bajo costo para su uso como blancos móviles en las prácticas de artillería antiaérea. A los militares les gustó la idea, y la RC comenzó a suministrar drones de entrenamiento a las fuerzas armadas. Gracias a sus contratos militares, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial la Radioplane Company creció hasta convertirse en una gran empresa. Uno de sus modelos, el RP-5 (OQ-2 para el Ejército), fue el primer dron de la historia producido de forma masiva. Al final de la guerra se habían entregado más de quince mil unidades. Los aviones se fabricaban en una planta industrial situada en las proximidades del aeropuerto de Van Nuys, en el área metropolitana de Los Ángeles.

El 26 de junio de 1945 un oficial de la 1ª Unidad Cinematográfica de la USAAF, el capitán Ronald Reagan (famoso actor de Hollywood en la vida civil y futuro presidente de los Estados Unidos), envió al fotógrafo militar David Conover a Van Nuys para hacer un reportaje fotográfico en la fábrica de su colega Denny. Se trataba de un encargo para la revista Yank, un semanario publicado por el Ejército que solía incluir reportajes en los que se mostraba a civiles (preferentemente mujeres atractivas, ya que la mayoría de sus lectores eran soldados destinados en ultramar) contribuyendo con su trabajo al esfuerzo de guerra nacional. Conover se recorrió la línea de montaje buscando a los empleados mas fotogénicos. Se fijó entonces en una muchacha de pelo castaño que trabajaba en el montaje de las hélices de los drones. Nada más verla supo que era lo que estaba buscando.


La chica se llamaba Norma Jean Mortenson. Tenía 19 años, y era la esposa de un marino destinado en Australia. Al marcharse su marido, Norma Jean se había mudado a casa de su suegra, en Los Ángeles, y había conseguido un empleo en la Radioplane Company. La revista Yank nunca llegó a publicar aquellas fotografías, pero Conover, convencido de que la muchacha tenía futuro, la persuadió para que probase fortuna en una agencia de modelos. Allí le dijeron que buscaban chicas con el pelo más claro, así que Norma decidió teñirse de rubio platino. En 1946, convertida ya en una cotizada modelo fotográfica, se divorció de su marido e inició su carrera como actriz. Eligió el nombre artístico de Marilyn Monroe.

Así que se podría decir que, indirectamente, Ronald Reagan fue el descubridor de Marilyn Monroe.

Más países olvidados del periodo de entreguerras

Me ha sorprendido la cantidad de visitas que está recibiendo la entrada anterior, Diez países casi desconocidos del periodo de entreguerras. Imagino que la combinación de nombres exóticos, banderas coloridas y datos anecdóticos gusta a mucha gente (aunque puede que no tanto a los lectores habituales), así que he decidido crear una página separada, como hice con alguna otra entrada "de éxito" para destacarla y que no se pierda entre todas las demás (se puede llegar a ellas pinchando en las pestañas que aparecen en la parte superior del blog).

Además de los diez estados que aparecían en la entrada original, he incluido el Reino del Hiyaz, una ausencia imperdonable que me señaló un lector anónimo, y otros dos recomendados por Gluntz: la República de Tripolitania y la República Popular de Corasmia (esta última entroncándola con el Khanato de Jiva, independiente de facto durante la guerra civil rusa y que mantuvo una independencia nominal ya como república soviética). También incluí la república cosaca del Kubán (que logró un cierto reconocimiento internacional) y los dos estados que había descartado por parecerme demasiado conocidos: Manchukuo y la Ciudad Libre de Danzig. Este es el resultado:

Dieciséis países olvidados del periodo de entreguerras