Siete meses entre cazadores de cabezas

Tom Capin era un típico joven de Indiana, alto y pelirrojo. Tenía 21 años, y era sargento de la USAAF, artillero y ayudante de operador de radio de un bombardero B-24 Liberator de la 5ª Ala de Bombardeo Pesado, con base en Morotai, una pequeña isla en las Indias Orientales Holandesas.

El 16 de noviembre de 1944 la escuadrilla de Capin tenía programada una misión de bombardeo contra un pequeño campo de aviación japonés en las Filipinas. En el último momento hubo un cambio de planes, cuando la inteligencia naval estadounidense informó del avistamiento de un crucero pesado en la bahía de Brunei, en la costa de Borneo. Los bombarderos norteamericanos, con una escolta de cazas P-38, recibieron la orden de dirigirse al lugar donde había sido visto el buque japonés. Debido a un problema mecánico, el bombardero de Capin no pudo despegar ese día. En su lugar, él y su tripulación embarcaron en un B-24 nuevo, recién salido de la cadena de montaje, que bautizaron con el nombre de Lucky Strike. Además de Capin, la tripulación la formaban el alférez Tom Coberly (piloto), alférez Jerry Rosenthal (copiloto), alférez Phil Corrin (bombardero), alférez Fred Brennan (navegante), cabo Eddy Haviland (artillero de proa), sargento Franny Harrington (artillero de cola), sargento Jim Knoch (ingeniero de vuelo), cabo John Nelson (artillero lateral derecho), y cabo Dan Illerich (radiooperador). Era la octava misión en la que volaban juntos. En el último momento se les unió el fotógrafo de la USAAF Elmer Phillips, que les pidió permiso para participar en una última misión antes de regresar a los Estados Unidos.

Tripulación del Lucky Strike:


Cuando la formación de bombarderos llegó a la bahía de Brunei, los estadounidenses, en lugar del crucero solitario del que había informado la inteligencia naval, se encontraron con el grueso de la flota japonesa que tres semanas antes se había enfrentado a la US Navy en el Golfo de Leyte, una gran fuerza formada por tres acorazados, tres cruceros pesados, cuatro cruceros ligeros, cinco destructores y numerosas naves auxiliares. Pese al intenso fuego antiaéreo con el que les recibieron, los bombarderos iniciaron el ataque contra los buques enemigos.

Coberly siguió al líder de la escuadrilla en su aproximación a la flota enemiga. De repente, un proyectil antiaéreo impactó en el morro del Lucky Strike. La explosión mató a Brennan y destrozó una pierna de Coberly. Rosenthal, el copiloto, también resultó herido en la cabeza. Su oreja izquierda había desaparecido y sangraba abundantemente, pero aun así logró permanecer a los mandos del avión. Rosenthal rompió la formación y trató de regresar a la base sobrevolando las montañas del norte de Borneo. Pero el bombardero había sufrido graves daños. El depósito de combustible estaba agujereado, el sistema hidráulico había dejado de funcionar y uno de los motores estaba ardiendo. Incapaz de controlar el avión, Rosenthal tuvo que dar a sus compañeros la orden de saltar en paracaídas. Él no quiso abandonar el bombardero, o no tuvo fuerzas para hacerlo. Murió al estrellarse en la selva, todavía a los mandos del Lucky Strike.

Tom Capin fue el último en saltar. Aterrizó sobre un árbol de caoba, y tuvo que descender por las enredaderas que lo cubrían para llegar al suelo. No había ni rastro de sus compañeros. Estaba solo, en medio de una de las regiones más primitivas e inexploradas del planeta. Capin pronto se dio cuenta de que las clases de supervivencia que había recibido en el Army Air Corps no servían de mucho en aquella situación. Estuvo varios días vagando por la selva, luchando por conseguir algo de comida. El agua que bebió le provocó una fuerte diarrea. Al fin, un día, cuando estaba ya al límite de sus fuerzas, decidió utilizar su pistola para pedir auxilio. Disparó al aire todo el cargador, esperando que alguien lo oyese. Sabía que si le encontraban los japoneses o los nativos (conocidos como “cazadores de cabezas”, y con una merecida fama de crueldad con los extranjeros) sus posibilidades de sobrevivir serían mínimas, pero tenía la pequeña esperanza de que fuesen sus compañeros los que acudiesen al sonido de los disparos.

Capin se sentó y esperó pensando en su esposa, Betty, que se había vuelto a vivir con sus padres en Fort Wayne. Imaginó su dolor cuando recibiese el telegrama con la noticia de que su marido había desaparecido en combate. Capin estaba allí sentado, sumido en sus pensamientos y arrancándose las sanguijuelas que se le habían pegado a la piel, cuando escuchó: "¡Eh, americano!". Levantó la cabeza y vio delante de él a dos nativos de aspecto amenazador, armados con cerbatanas y machetes.

Los dos hombres dejaron caer sus armas en señal de amistad, y Capin hizo lo propio bajando su la pistola. Al ver cómo le temblaban las manos, le ofrecieron un poco de arroz. Luego hicieron un cigarro con un poco de tabaco crudo y una hoja de banano. Capin se asustó cuando vio un dibujo del sol naciente en la caja de cerillas. Trató de preguntarles por sus compañeros, pero no pudo entender nada de su “jerga nativa”.

Los hombres condujeron a Capin a su pueblo y le hicieron entrar en una casa comunal con techo de paja, llena de gente. La mayor parte de ellos nunca había visto antes a un hombre blanco, por lo que la legada de Capin causó auténtica conmoción. Una de las mujeres le dio maíz tostado, y él comenzó a devorar la comida sin pensar en nada más que en saciar su hambre. Pero uno de los nativos, sabiendo que Capin no podía comer alimentos sólidos en su estado, le quitó el maíz de las manos y se lo llevó de allí, poniendo fin a la fiesta.

Aquel hombre se llamaba Kibung. No pertenecía a los Lun Dayeh, el pueblo dayak que le había acogido. Él era un Iban, otra etnia dayak de la costa de Sarawak con una temible fama de guerreros y cazadores de cabezas. Kibung era un fugitivo. Había matado a algunos de los ocupantes japoneses de su pueblo y había tenido que huir al interior, al territorio de los Lun Dayeh. Estaba casado con una mujer Lun Dayeh y tenía un hijo de pocos meses.

Capin se instaló en una choza junto a la casa de Kibung. La hermana del jefe comunal, que le preparaba la comida, había sido educada por unos misioneros y hablaba malayo. Capin pudo comunicarse con ella gracias al pequeño diccionario inglés-holandés-malayo que llevaba. Pronto dejó de necesitarlo. En un tiempo sorprendentemente corto, Capin aprendió lo suficiente del idioma dayak como para hacerse entender.

Galería de una casa dayak, adornada con una hilera de cráneos humanos:


Kibung se encargó de enseñar a Capin todo lo que necesitaba saber para vivir en la selva como un dayak. Lo primero que aprendió fue a caminar descalzo como los nativos, ya que las patrullas japonesas habrían reconocido sin problemas las huellas de unas botas. También aprendió a moverse por la selva, y a cazar, sentándose tranquilamente sin ser molestado por sanguijuelas, mosquitos y hormigas, esperando a que pasase su presa. Kibung le mostró los usos de distintas plantas, le explicó que los árboles frutales tenían marcas que indicaban el propietario, y que ciertas marcas significaban que la fruta estaba disponible para todos. Aprendió a lavarse con un jabón hecho de corteza de árbol. Pronto se destacó en otras áreas, como permanecer en cuclillas durante horas, o comer con dos o tres dedos de la mano derecha y con una hoja como plato. Solo un mes después de haber saltado en paracaídas en medio de la selva, Capin se había convertido en un dayak más, hablaba su idioma y se comportaba según sus costumbres. Kibung también le había dado un sempit, una cerbatana larga, de unos dos metros, con una caja de bambú llena de dardos envenenados. El veneno era extremadamente letal, aunque según la costumbre el sempit solo se podía utilizar para cazar animales. Para matar a otros hombres los dayak preferían usar lanzas o machetes.

Los Lun Dayeh quisieron demostrar a Capin que le aceptaban como uno de ellos, y lo hicieron por medio de una ceremonia en la que le tatuaron en el antebrazo unos “ojos de la montaña”. Durante el resto de su vida, aquel tatuaje hecho con carbón y una aguja de sutura recordó a Capin que siempre sería un Lun Dayeh.

Dos meses y medio después de saltar del Lucky Strike, Capin por fin volvió a ver a dos de sus compañeros, Phil Corrin y Dan Illerich, que habían sido rescatados por otro pueblo de las montañas. El reencuentro no fue todo lo amistoso que se podía esperar. Hubo cierta tensión, al parecer causada por la arrogancia de Capin (o al menos así lo interpretaron sus compatriotas), que les echó en cara su ignorancia sobre la forma de vida dayak. Según dijeron, Capin parecía más dayak que estadounidense, e incluso a veces se le notaba cierto esfuerzo para hablar en inglés.

El 25 de marzo de 1945 un pequeño grupo de ocho hombres saltó en paracaídas de un B-24 Liberator en el territorio de los Kelabit, otra etnia de las montañas del interior de Borneo. Se trataba de un comando de la Unidad Especial Z (o Fuerza Z), una unidad interaliada de operaciones especiales que operaba sobre todo en Indonesia y Malasia. Su misión, de nombre en clave Operación Semut I, era buscar una alianza con los pueblos nativos de Borneo para luchar contra los japoneses. El hombre al mando del grupo era el mayor Tom Harrisson, un excéntrico erudito británico que antes de la guerra ya había estado en Borneo, dedicado a investigaciones ornitológicas y antropológicas (a pesar de su aparente idoneidad para una misión tan complicada, ya que se podía contar con los dedos de una mano a los oficiales aliados que tenían algún conocimiento sobre los dayak, hay quien cree que su nombramiento se debió a un error, y que el que tenía que haber mandado aquella operación era otro oficial con el mismo nombre). La misión fue más sencilla de lo esperado. Los dayak tenían un buen recuerdo de los misioneros cristianos que habían convivido con ellos hasta la invasión nipona, a diferencia de los ocupantes japoneses, que les trataban con una crueldad extrema. De hecho, en su lucha contra la ocupación los dayak recuperaron sus antiguas prácticas de “cazadores de cabezas”, que al menos en teoría habían abandonado décadas antes. En abril Harrisson oyó hablar de los aviadores estadounidenses que convivían con los nativos del interior de la isla (además del Lucky Strike, en enero de 1945 otro B-24 de la Marina se había estrellado en las montañas de Borneo, y los supervivientes también habían sido acogidos por los dayak) y planeó su rescate. Por medio de mensajeros hizo llegar unas cartas a los estadounidenses en las que les solicitaba que se reuniesen con él en Bario, en Sarawak. Capin, Illerich y Corrin, acompañados por guías nativos, anduvieron durante doce días a través de la selva, durmiendo en los poblados indígenas que se encontraban en el camino, hasta que llegaron al punto de encuentro.

El mayor Tom Harrisson en Borneo:


Harrisson y Capin llegaron a conocerse bien, ya que ambos sufrían de dolencias en los pies y pasaron unos días recuperándose juntos. El antropólogo británico se quedó impresionado por la comprensión de la cultura dayak que demostraba aquel joven pelirrojo de Indiana. Por encargo de Harrisson, Capin se dedicó a adiestrar a los nativos en el manejo de los fusiles Enfield. Unos días más tarde le asignó otra tarea muy distinta, cuando le pidió que hiciese de ayudante del médico de la misión,”Doc” McCallum. Quizá porque su nuevo trabajo requería un aspecto más respetable, Capin renunció a su taparrabos y lo cambió por unos pantalones cortos australianos.

Bajo la dirección de Harrisson, los dayak comenzaron a abrir una pista de aterrizaje en la selva. En poco tiempo la pista era lo suficientemente larga como para permitir el aterrizaje y despegue de un pequeño avión de enlace Auster. Para celebrarlo, los dayak colocaron a los lados de la pista dos hileras de estacas con cabezas de japoneses clavadas en ellas. Con la pista operativa, los pilotos estadounidenses podían empezar a ser evacuados. Cuando llegó su turno, Capin subió al pequeño biplaza con el olor dulzón de las cabezas en descomposición llenando el aire, un olor que nunca olvidaría. En junio de 1945, después de siete meses viviendo como un dayak, Tom Capin al fin regresaba a casa.

Además de Tom Capin, Phil Corrin y Dan Illerich, otros cuatro tripulantes del Lucky Strike sobrevivieron gracias a la ayuda de los dayak: Jim Knoch, John Nelson, Eddy Haviland (que abandonó el avión casi ciego, con graves heridas en los ojos) y Franny Harrington. El piloto, el alférez Coberly, que estaba herido cuando saltó del avión, murió al fallar la apertura de su paracaídas. También murió el sargento Elmer Phillips, el fotógrafo que pidió volar con ellos por última vez.

Tom Capin recibió la Medalla del Imperio Británico por los servicios prestados como ayudante del doctor McCallum. Después de la guerra ingresó en un seminario y se hizo pastor metodista. Siempre quiso regresar a Borneo, pero los médicos se lo desaconsejaron debido a las enfermedades que había sufrido allí.

Fuente principal:
http://suite101.com/article/tom-capin-hoosier-headhunter-in-wwii-a377181


El precio de la gasolina

Philip Zecanovskya nació en Londres el día de Navidad de 1909. Era uno de los once hijos de Simon Zecanovskya, un sastre judío de Odessa que había llegado con su familia a Inglaterra huyendo de la opresión que sufrían en la Rusia zarista. A los trece años Philip consiguió una beca para estudiar en la Escuela de Arte de St Martins, y tras graduarse comenzó a trabajar para Arks Publicity, una agencia especializada en publicidad para radio. A principios de la década de los 30, un antiguo corrector de estilo de Philip en Arks Publicity llamado William Connor le recomendó para un trabajo en el diario Daily Mirror. Connor, que era articulista del Mirror (firmaba con el seudónimo "Cassandra"), convenció a Philip para que dibujase las viñetas que acompañaban a su columna de actualidad política. Los editores le garantizaban que tendría una completa libertad creativa, sin censura editorial. Así, sin tener ninguna experiencia previa, Philip Zecanovskya se convirtió en Zec, humorista gráfico en uno de los periódicos de mayor tirada de Gran Bretaña.

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, Zec, como los demás dibujantes de la época, dedicó sus viñetas a criticar y ridiculizar al enemigo. Pero a diferencia de otros caricaturistas británicos, que dibujaban a los nazis con rasgos burlescos, él los representaba de forma mucho más siniestra, caracterizados como serpientes o buitres. Zec no escondía su fuerte sentimiento antinazi, probablemente originado por su origen judío. Y el sentimiento era recíproco. Se dice que Zec estaba en la lista negra de las personas que iban a ser ser arrestadas cuando los nazis invadiesen Gran Bretaña.

El 6 de marzo de 1942 el Mirror publicó una viñeta de Zec en la que se mostraba a un superviviente de un naufragio aferrado a unas tablas. No se decía, pero estaba claro que representaba a un marino mercante británico cuyo barco había sido hundido por un submarino alemán. Debajo de la imagen, el texto decía: "El precio de la gasolina se ha incrementado en un penique – Oficial.":


El texto original escrito por Zec era "La gasolina es más cara ahora", pero William Connor le convenció para cambiarlo por otro de mayor impacto. El dibujo formaba parte de una serie de viñetas dedicadas a atacar a los especuladores. El mensaje que se quería dar era que muchos británicos estaban arriesgando sus vidas a diario para conseguir que el combustible llegase al país, y que era inmoral que otros se enriqueciesen especulando con él. Pero no todos lo entendieron así. En el gobierno británico la viñeta provocó una enorme indignación, hasta el punto de que para el propio primer ministro Winston Churchill su publicación había sido un acto de traición. Algunos lo interpretaron como un ataque a las compañías petroleras, acusándolas de lucrarse a costa de las vidas de los británicos con la complicidad del gobierno. El ministro de Abastecimientos, Herbert Morrison, la definió como “una malvada caricatura (…) digna de Goebbels en su mejor momento”, añadiendo una perla dedicada al editor del Mirror, Cecil Thomas: "Solo un editor muy poco patriótico podría aprobarla para su publicación". Ernest Bevin , ministro de Trabajo, aseguraba que la viñeta de Zec había conseguido bajar la moral de las fuerzas armadas y de la población en general.

Churchill pidió al MI5 (el servicio de contraespionaje británico) que investigase los antecedentes de Zec. Aparte de confirmar sus simpatías izquierdistas, conocidas por todo el mundo, no lograron ninguna prueba que le vinculase con organizaciones o actividades subversivas. También se investigó a los accionistas del Daily Mirror, al tiempo que el gobierno se planteaba ordenar el cierre del periódico. Finalmente, la cuestión llegó a la Cámara de los Comunes. Tras muchas peticiones de calma por parte de un buen número de parlamentarios, el gobierno de Churchill decidió dejar el castigo en una severa reprimenda.

Cuatro décadas más tarde, durante la Guerra de las Malvinas, otro humorista gráfico británico llamado Les Gibbard resucitó la viñeta de Zec, dibujándola de forma casi idéntica y con el mismo texto. El revuelo político que provocó también fue similar al de 1942.

Fuentes:
http://en.wikipedia.org/wiki/Philip_Zec
http://www.historyatfreeston.co.uk/FBECHistorySite/CAssess2013/CAT2-2013.htm


El extraño caso de Astrid L.

Hoy leí en en el blog La escalera de Iakob una interesante entrada sobre el Síndrome del acento extranjero, una extraña enfermedad, que habitualmente se da como consecuencia de una lesión cerebral, y que causa que el afectado repentinamente comience a hablar en su lengua materna con un acento extranjero. Era un tema curioso del que yo nunca había oído hablar, pero en mi línea habitual de perder el tiempo en detalles anecdóticos sin ninguna importancia, lo que más me llamó la atención fue un dato totalmente insignificante que no me encajaba. Iakob cuenta que uno de los primeros casos conocidos es el de una joven noruega que tras resultar herida en la cabeza en un bombardeo nazi en 1941 comenzó a hablar con un fuerte acento alemán. El problema es que los alemanes habían invadido Noruega en la primavera de 1940, así que, descartando que por alguna extraña razón hubiesen decidido bombardearse a sí mismos, deduje que la lesión de la joven noruega no había sido causada por un ataque aéreo. Intrigado por semejante misterio, decidí iniciar una “profunda” investigación a base de Google. El primer resultado de la búsqueda es la inevitable Wikipedia, que en su entrada en inglés para Foreign Accent Syndrome, cuenta:

De acuerdo con la American Speech-Language-Hearing Association, uno de los primeros casos de FAS fue registrado en Kirkenes, Noruega, en 1941. Astrid L., una mujer de 35 años de edad, que sufrió una lesión grave en la cabeza por la metralla durante un ataque aéreo, adoptó misteriosamente un fuerte acento alemán después de su recuperación y fue grandemente ignorada por sus compatriotas noruegos.

No es que me matase a buscar, pero en el resto de páginas que vi en las que se hablaba del caso de Astrid L. se decía más o menos esto mismo. Una explicación posible es que 1941 fuese el año en el que fue tratada por primera vez de los extraños síntomas que presentaba, y por tanto el año en el que se registró su caso, pero que que la lesión hubiese sido anterior. Eso se descarta por lo que se cuenta en el libro Classics cases in neuropsychology: Astrid L. fue tratada de una lesión en la región fronto-parietal del hemisferio izquierdo por el doctor Georg Monrad-Krohn, un profesor de medicina especialista en neurología. El propio Monrad-Krohn afirmó que la examinó por primera vez en 1943, “dos años después de la lesión”. Es decir, que sí fue herida en 1941 (¿en un bombardeo británico, tal vez?).

Entró en el hospital sin ningún tipo de cojera y hablando con fluidez, pero con un acento extraño, que a mí me pareció alemán o francés. Se quejaba amargamente de que en las tiendas constantemente la tomaban por una alemana, y que los dependientes se negaban a venderle nada. Hay que tener en cuenta el odio se que había desarrollado después del ataque alemán y la ocupación sin previa declaración de guerra, acentuado aún más por las atrocidades de la Gestapo... Nunca había salido de Noruega, y nunca se había relacionado con extranjeros...

En realidad el acento alemán de Astrid L. no era tal. Ella hablaba noruego, pero debido a su lesión neuronal cometía errores y mezclas gramaticales, y su pronunciación era distinta a la de los acentos nativos noruegos. Para cualquier compatriota suyo que la escuchase, ella tenía un acento extranjero. Que la tomasen por alemana, se debía sobre todo a los parecidos que había en la pronunciación entre los dos idiomas, más que a las diferencias.

En resumen, habría sido la victoria definitiva de Göring, si, tras un ataque de la Luftwaffe, los bombardeados salían de entre los escombros hablando como si hubiesen nacido en Düsseldorf, pero me temo que no es más que un añadido que alguien se inventó para adornar la historia de Astrid L.

Aunque esto es solo una suposición. No hay manera de saber qué le ocurrió realmente a la pobre Astrid, si ni siquiera conocemos su nombre real (maldita confidencialidad médico-paciente...).

El generador de tsunamis

Este tema es un clásico de las teorías conspiranoicas: Muchos grandes desastres naturales son consecuencia de experimentos militares, o incluso de ataques deliberados, provocados por armas secretas en poder de las grandes potencias (bueno... en poder de Estados Unidos, que son casi siempre los malos). Pues, aunque parezca increíble, algo de verdad hay en esas historias. Puede que nunca se haya logrado controlar las grandes fuerzas de la naturaleza para usarlas en la guerra, pero sí que hubo algunas tentativas de hacerlo. Ya conté en este blog cómo en una ocasión los estadounidenses intentaron (sin éxito) provocar una erupción volcánica para acabar con una importante base aeronaval japonesa. También durante la Segunda Guerra Mundial hubo un intento de crear un arma generadora de tsunamis. Y en ese caso no fue una superpotencia la principal protagonista, sino un pequeño país, casi insignificante desde el punto de vista político y militar. El proyecto se canceló antes de que se pudiese saber si habría dado resultados, aunque al parecer la mayoría de los científicos y técnicos que intervinieron directamente en él eran bastante optimistas sobre sus posibilidades.

El Proyecto Seal es el nombre en clave que recibió un programa de investigación secreto desarrollado por Nueva Zelanda, en colaboración con Estados Unidos, cuyo objetivo era la creación de un arma generadora de olas gigantes. El proyecto surgió de una sugerencia que un oficial de la Fuerza Aérea neozelandesa llamado Gibson (el informe oficial sobre el Proyecto Seal tan solo se refiere a él como “Wing Commander* E. A. Gibson”, sin aclarar dónde estaba destinado o qué cargo ocupaba) hizo al teniente general Sir Edward Puttick, Jefe de Estado Mayor de Nueva Zelanda, el 13 de enero de 1944. Gibson había observado que, cuando se destruían formaciones de coral con cargas submarinas, en ocasiones las explosiones podían generar olas de magnitud considerable, y se le ocurrió que el fenómeno podía tener utilidad como arma ofensiva.

Puttick trasladó la propuesta al almirante Halsey, comandante de las fuerzas aliadas en el Pacífico Sur. Según el profesor Snodglass, uno de los científicos que colaboraron en el proyecto, el resultado de la batalla de Tarawa fue decisivo para que los aliados se interesasen en el proyecto neozelandés. Entre el 21 y el 23 de noviembre de 1943 los Marines habían sufrido centenares de bajas durante los desembarcos en Tarawa a causa de un cálculo erróneo de las mareas y de una resistencia suicida japonesa en las playas. Halsey esperaba que el arma generadora de tsunamis pudiese facilitar futuros desembarcos en costas fuertemente defendidas, evitando que lo ocurrido en Tarawa se repitiese en cada una de las islas del Pacífico en poder de los japoneses. En consecuencia, el Comando Aliado en el Pacífico Sur apoyó la creación de un grupo de trabajo para estudiar las posibilidades del arma. El grupo estaba dirigido por el profesor Thomas Leech, un ingeniero neozelandés experto en aerodinámica. Por parte norteamericana destacaba el profesor James Snodgrass, de la Universidad de California, un investigador especialista en problemas relacionados con la guerra submarina. En febrero de 1944 se reunieron en Noumea, en Nueva Caledonia, para realizar una serie de pruebas preliminares.

Los esperanzadores resultados de los ensayos de Noumea fueron recogidos en un informe fechado el 31 de marzo de 1944. Cuando el almirante Halsey quedó convencido con las posibilidades del proyecto, hizo una petición al Estado Mayor neozelandés para que continuase con las investigaciones:

"Los resultados de estos experimentos, en mi opinión, muestran que las inundaciones en la guerra anfibia tienen posibilidades definidas y de gran alcance como arma ofensiva. Sería muy deseable disponer de nuevos estudios con los que se pudiera establecer un método práctico y un procedimiento que pudiera ser utilizado en la guerra ofensiva. Le agradecería que este desarrollo pudiese continuar hasta su finalización por oficiales de Nueva Zelanda. Toda la asistencia posible de las instalaciones y el personal de este Comando estará a su disposición".

El ofrecimiento del almirante Halsey fue examinado por la Junta de Jefes de Estado Mayor de Nueva Zelanda, que presentó a su gobierno una propuesta para poner en marcha el proyecto. El 5 de mayo de 1944 el Gabinete de Guerra neozelandés aprobó la creación de una Unidad de Investigación del Ejército bajo el mando del profesor Leech, que sería directamente responsable ante el ministro de las Fuerzas Armadas y de Coordinación Bélica, Sir William Perry.

El equipo se trasladó a una instalación militar de la península de Whangaparaoa, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, unos 30 kilómetros al norte de Auckland. Se trataba de un emplazamiento fortificado construido para una batería costera, situado en una zona muy accidentada a orillas del golfo de Hauraki. La base, pese a estar relativamente aislada, contaba con buenos accesos por tierra y mar, y disponía de todo lo necesario para alojar al grupo. Para las pruebas a pequeña escala, en uno de los valles vecinos se construyó una represa de tierra para formar una piscina con unas dimensiones aproximadas de 365 metros de largo y 60 metros de ancho, con una profundidad que variaba en escalones de 7,3 metros (24 pies).

La unidad estaba formada en su mayor parte por neozelandeses, a los que se sumaron una decena de especialistas en explosivos enviados por la Marina de los Estados Unidos. Excepto por esa aportación norteamericana y la asistencia científica proporcionada por algunos matemáticos y físicos británicos, el proyecto fue casi exclusivamente neozelandés desde su inicio hasta su fase final.

Precisamente, según el profesor Leech, el escepticismo que demostraron la mayoría de expertos británicos que colaboraron en el proyecto fue uno de los puntos clave que llevaron a su cancelación en enero de 1945. Los neozelandeses enfocaron el tema desde un punto de vista práctico, con un trabajo básicamente experimental, mientras que los esfuerzos británicos para desarrollar en paralelo una base teórica fracasaron al encontrarse con problemas matemáticos insolubles. Pese a ello, tras las investigaciones, el equipo del Proyecto Seal llegó a la conclusión de que la generación de olas con cargas explosivas sumergidas y su uso ofensivo eran posibles, aunque para lograr resultados prácticos iba a ser necesario un trabajo de ingeniería de gran complejidad.

Pero a inicios de 1945, con la guerra ya prácticamente decidida a favor de los aliados, el gobierno neozelandés decidió que no tenía sentido seguir gastando recursos y dinero en una investigación que no iba a dar resultados a corto o medio plazo. El 8 de enero de 1945 se cerró la estación experimental de Whangaparaoa y el Proyecto Seal fue cancelado oficialmente. Hasta ese momento, el equipo de Leech había realizado unas 3.700 pruebas, con cargas explosivas que iban desde menos de 30 gramos hasta casi 300 Kg. El explosivo más utilizado fue el TNT, aunque también se hicieron pruebas con otros, como el nitro-almidón o la gelignita.

En junio de 1947 la historia del Proyecto Seal se filtró a la prensa británica, aunque en una versión un tanto distorsionada. Se afirmaba que estadounidenses, neozelandeses y británicos habían iniciado durante la guerra una investigación sobre un arma secreta que podía dejar obsoleta a la bomba atómica, y que el desarrollo de aquella terrible arma aún continuaba. Lo cierto es que para entonces el proyecto llevaba más de dos años cancelado, y la comparación con la bomba atómica era muy exagerada.

* Wing Commander es el rango equivalente a teniente coronel en la RAF y en otras fuerzas aéreas de la Commonwealth, como la neozelandesa.

Informe sobre el Proyecto Seal firmado por el profesor Leech, desclasificado en 1971:

http://www.wanttoknow.info/documents/project_seal.pdf

El hombre que pudo empezar la Segunda Guerra Mundial

En octubre de 1938, aprovechando la desmembración de Checoslovaquia que comenzó tras la Conferencia de Múnich, Polonia se anexionó el territorio de Zaolzie, una región en disputa entre ambos países, y que incluía el nudo ferroviario de Bohumin, donde terminaba el ferrocarril que saliendo de Cracovia cruzaba los Cárpatos Occidentales y entroncaba con las líneas de Viena y Budapest. Aquella línea férrea era por tanto una de las vías de comunicación más importantes del sur de Polonia, y una de las rutas de ataque que necesariamente tendrían que utilizar en una hipotética invasión las fuerzas alemanes estacionadas en el Protectorado de Bohemia-Moravia y en Eslovaquia. Su punto débil era un túnel de 300 metros de longitud que atravesaba las montañas por el paso de Jablonków, cerca de la estación de Mosty.

En el verano de 1939, a medida que la tensión entre Polonia y Alemania crecía hasta hacer inevitable la guerra, el Estado Mayor polaco, plenamente consciente del valor estratégico del túnel de Jabłonków, comenzó a tomar medidas para evitar que cayese en manos enemigas. Los agentes del puesto local de la Guardia de Fronteras de la aldea de Świerczynowiec, encargados de la custodia del túnel, fueron reforzados por un pelotón de infantería del 4º Regimiento de Fusileros Podhale (“Podhale” es una región montañosa del sur de Polonia, y el nombre que tradicionalmente se daba a las unidades de montaña del ejército polaco). Se colocaron cargas de demolición a lo largo del túnel, y, desde el mes de junio, todos los días después del paso del último tren, soldados del 21º Batallón de Zapadores de Bielsko pasaban la noche en ambos extremos preparados para detonar los explosivos en cuanto recibiesen la orden. El oficial a cargo de la defensa era el coronel Witold Pirszel, que era además ingeniero de minas.

La firma del pacto germano-soviético el 23 de agosto de 1939 dejó a Hitler con las manos libres para iniciar la invasión de Polonia. Los ejércitos alemanes empezaron a movilizarse de acuerdo al Fall Weiss (“Caso Blanco”), el plan de invasión preparado meses antes por el OKW. El inicio del ataque fue fijado para las 4:25 de la madrugada del 26 de agosto de 1939. Pero en el último momento, el 25 de agosto, Hitler se enteró de que Gran Bretaña había firmado un nuevo tratado con Polonia por el que garantizaba su apoyo militar en caso de ataque alemán. La noticia hizo dudar al Führer y le obligó a suspender la invasión. Todas las unidades alemanas que habían iniciado su avance hacia las fronteras polacas tuvieron que regresar a sus cuarteles y esperar allí a que se fijase una nueva fecha.

¿Todas? No exactamente. A causa de un problema en las comunicaciones, una pequeña fuerza de veinticuatro hombres continuó con los planes previstos y comenzó su invasión de Polonia particular. Un error que pudo haber provocado que la guerra estallase antes de tiempo.

Según el plan alemán, en las horas previas al inicio de las hostilidades pequeños grupos de fuerzas especiales del Abwehr tenían que infiltrarse en territorio polaco, vestidos de civiles, para capturar una serie de puntos estratégicos necesarios para asegurar el avance de los ejércitos alemanes. Uno de aquellos grupos era una unidad de veinticuatro hombres al mando del teniente Hans-Albrecht Herzner, de la oficina del Abwehr en Breslau, cuya misión consistía en preparar el camino para el asalto de la 7ª División de Infantería a través del paso de Jabłonków. Su objetivo era tomar y asegurar la estación de Mosty y el túnel del ferrocarril, impidiendo así que los polacos detonasen las cargas y cerrasen el paso a las tropas alemanas.

Parte de los hombres de Herzner, en una fotografía tomada probablemente en Čadca, en el norte de Eslovaquia, antes del ataque; el grupo era una fuerza irregular dependiente del Abwehr (el servicio de inteligencia militar alemán), integrada por voluntarios civiles, todos ellos de la minoría alemana de Chequia:


El destacamento de Herzner partió de Čadca, a última hora de la tarde del viernes 25 de agosto, antes de que llegase la noticia de la suspensión de la ofensiva. Pasada la medianoche los comandos alemanes cruzaron la frontera polaco-eslovaca por las montañas de Velký Polom. Durante la marcha nocturna el grupo se dividió y varios de los hombres se desorientaron, de manera que cuando llegó a Mosty, hacia las cuatro de la madrugada, Herzner contaba tan solo con trece hombres para iniciar el ataque. Los alemanes cortaron las líneas telefónicas, tomaron posiciones en una colina que dominaba la estación y comenzaron a disparar contra ella. Tras un breve tiroteo, Herzner convenció a los polacos para que abandonasen el combate y se rindiesen, afirmando que la invasión había comenzado y que toda resistencia sería un inútil derramamiento de sangre. Los alemanes capturaron la estación, haciendo prisioneros a un grupo de policías y trabajadores del ferrocarril. Pero no sabían que en el sótano del edificio había un equipo de comunicación militar. Una telefonista se puso en contacto con la guarnición que custodiaba el túnel y dio la voz de alarma. Cuando los hombres de Herzner se dirigieron al túnel, los polacos les estaban esperando. El ataque alemán fue rechazado tras un caótico tiroteo en el que un soldado polaco acabó muerto y dos alemanes resultaron heridos. Por la mañana Herzner supo que la invasión se había suspendido y recibió la orden de liberar a los prisioneros y regresar a su base inmediatamente. Él y sus hombres se dispersaron por los bosque cercanos y volvieron a territorio eslovaco.

Algunas fuentes alemanas (poco creíbles, en mi opinión) afirman que los hombres de Herzner lograron tomar el túnel y capturaron a 2.000 soldados polacos, aunque no se aclara de qué unidad eran los prisioneros.

El ataque del destacamento de Herzner sirvió para poner en alerta a las fuerzas polacas en la frontera. Los alemanes trataron de quitar importancia al incidente. El general Eugen Ott, comandante de la 7ª División de Infantería (que estaba concentrada en el noroeste de Eslovaquia y tenía como misión el avance a través del paso de Jablonków), pidió disculpas al general Józef Kustroń, comandante de la 21ª División de Infantería de Montaña polaca, responsable de la defensa de aquel sector de la frontera. Ott le aseguró que la acción había sido obra de un perturbado que actuaba por su cuenta.

Finalmente la invasión comenzó en la madrugada del 1 de septiembre de 1939. El túnel de Jabłonków fue volado por el coronel Pirszel a las 6 de la mañana de ese día, minutos antes de que llegasen las tropas alemanas. Hasta 1941 no se restauró la comunicación ferroviaria entre los dos extremos del túnel.

En un principio Herzner vio cómo las autoridades alemanas rechazaban concederle cualquier tipo de reconocimiento por su acción (ya que oficialmente había tenido lugar en tiempo de paz), pero al final consiguió que le otorgasen nada menos que la Cruz de Hierro. Durante la guerra llegó a ser comandante del Batallón Nachtigall, una unidad formada por voluntarios ucranianos (fue la primera “legión extranjera” creada dentro de la Wehrmacht). En 1942 tuvo un accidente de automóvil que le dejó dañada la columna vertebral. En septiembre de ese año murió ahogado mientras practicaba ejercicios de rehabilitación en una piscina.

Fuentes principales:
http://www.strangehistory.net/2012/09/09/the-man-who-accidentally-started-ww2-five-days-too-early/
http://www.historytoday.com/andrew-roberts/second-world-war-storm-war
http://en.wikipedia.org/wiki/Jab%C5%82onk%C3%B3w_Incident


La Operación Afrodita y la muerte de un Kennedy

Joseph Patrick Kennedy era un destacado hombre de negocios bostoniano de origen irlandés y uno de los líderes nacionales del Partido Demócrata estadounidense, que en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial ocupaba el influyente cargo de embajador en Londres. Kennedy tenía aspiraciones a la presidencia de los Estados Unidos, pero sus desencuentros con Roosevelt le alejaron de la carrera para sucederle. Puso entonces sus esperanzas en Joseph P. Kennedy Jr., su hijo mayor (y el favorito, según decían), por entonces estudiante de Derecho en Harvard y que ya empezaba a hacerse un nombre dentro del Partido Demócrata.

Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, Joe Kennedy, que estaba en su último año de carrera, abandonó sus estudios de Derecho para ingresar en la Escuela de Vuelo de la Marina. En mayo de 1942 se graduó como piloto naval y en septiembre del año siguiente fue destinado a Gran Bretaña. Entre 1943 y 1944 cumplió dos periodos de servicio pilotando un bombardero PB4Y (la denominación que tenía en la Marina el B-24 Liberator) en patrullas antisubmarinos. Tras completar 25 misiones de combate, en el verano de 1944, el teniente Kennedy se había ganado el derecho de volver a casa, pero en lugar de eso se presentó voluntario para la Operación Anvil.

Joseph Patrick Kennedy Jr. en una fotografía de 1942:


Las operaciones Afrodita y Anvil (los nombres en clave que les dieron, respectivamente, las Fuerzas Aéreas del Ejército y de la Armada de Estados Unidos) fueron una serie de misiones en las que se utilizaron bombarderos no tripulados como misiles guiados para realizar ataques de precisión contra bunkers, bases de lanzamiento de V-1 y V-2, bases de submarinos, y otros objetivos especialmente protegidos.

El plan fue aprobado el 26 de junio de de 1944 por el general Doolittle, comandante de la Octava Fuerza Aérea. La USAAF encomendó la operación a la 3ª División de Bombardeo. Por su parte, la Marina creó el 6 de julio de 1944 la 1ª Unidad de Ataque Especial (SAU-1), al mando del comandante James A. Smith,

Los aviones usados en la operación eran bombarderos B-17 Flying Fortresses de la USAAF (en la gran mayoría de las misiones) o PB4Y Liberators de la US Navy. Los bombarderos, que ya habían completado su servicio (habían llegado a su número máximo de misiones de combate), fueron despojados de todos los elementos no esenciales: blindaje, armas, bombas, equipos de radio, asientos... Con todo el peso aligerado, se pudo aumentar en más del doble la carga útil en bombas. El explosivo utilizado era el Torpex, de fabricación británica, un 50% más potente que el TNT. Los aviones estaban equipados con sistemas de control remoto por radio, con dos cámaras de televisión instaladas en la cabina para permitir una visión frontal y otra del panel de instrumentos principal. La señal era transmitida a un avión acompañante, o “nodriza”, desde donde el bombardero era tripulado a distancia. Se podría decir que fueron los primeros drones de la historia, o al menos los primeros usados en misiones de combate.

Como base de lanzamiento, los estadounidenses eligieron un aeródromo de la RAF relativamente aislado, la base aérea de Fersfield, en Norfolk. Habría sido demasiado complicado hacer despegar los bombarderos por control remoto, así que cada uno de ellos llevaba para el despegue una tripulación de dos hombres (piloto e ingeniero de vuelo). Una vez que el bombardero alcanzaba una altura de 2.000 pies, los tripulantes (todos ellos voluntarios) armaban los detonadores de la carga explosiva, activaban el sistema de guiado remoto para transferir el control al avión nodriza, y abandonaban el avión saltando en paracaídas sobre un punto predeterminado donde tenían que ser recogidos. El bombardero continuaba entonces hacia su objetivo volando como un misil de crucero, sin tripulación, dirigido desde el avión nodriza.

Las primeras misiones fueron el 4 de agosto de 1944. Participaron en ellas cuatro B-17, enviados contra tres objetivos distintos situados en la región francesa de Pas-de-Calais. Uno de ellos era la fortaleza de Mimoyecques, construida para albergar los supercañones V-3 con los que los alemanes pretendían bombardear Londres. El ataque terminó sin consecuencias. La tripulación abandonó con éxito el avión, pero el nodriza perdió el control y el B-17 se estrelló sin causar daños. A otro B-17, que tenía como objetivo la base de lanzamiento de bombas volantes V-1 de Siracourt, le ocurrió algo parecido. Inmediatamente después de que los tripulantes saltasen en paracaídas, el avión nodriza perdió el control y el bombardero se estrelló en el sur de Inglaterra. Los dos últimos iban dirigidos contra la base de lanzamiento de V-2 de La Coupole (Watten). Uno de ellos se quedó sin control y cayó a tierra cuando la tripulación iba a abandonarlo. El piloto saltó a tiempo, pero su compañero murió al estrellarse con el avión. Fue la primera víctima de la Operación Afrodita. El segundo B-17 dirigido contra La Coupole falló su objetivo por varios cientos de metros. Fue el que más cerca estuvo de tener éxito. Dos días más tarde se enviaron otros tres B-17 contra La Coupole. En aquella ocasión todas las tripulaciones abandonaron los bombarderos sin complicaciones, pero una vez más se demostró que el pilotaje a distancia daba muchos más problemas de lo esperado. Uno de los bombarderos cayó en Gravelines, probablemente derribado por fuego antiaéreo alemán. Los otros dos se quedaron sin control y se estrellaron en el mar sin consecuencias. Uno de ellos tomó un rumbo de vuelta a Inglaterra y estuvo sobrevolando la ciudad portuaria de Ipswich antes de caer.

A raíz de aquellos fracasos los estadounidenses hicieron varias modificaciones tratando de solucionar los fallos que se habían dado en el sistema de control de los bombarderos. Pero la mala suerte parecía perseguir a la operación Afrodita. El 8 de agosto, en un ataque contra la base de submarinos de Heligoland, la misión sufrió su segunda víctima mortal, al fallar la apertura del paracaídas del piloto. El bombardero tampoco alcanzó su destino, probablemente derribado por fuego antiaéreo antes de llegar al objetivo. Ese día se lanzaron otros cuatro bombarderos contra Heide, en el norte de Alemania. Tres se perdieron a causa de un mal funcionamiento en el control a distancia, aunque el cuarto se estrelló lo suficientemente cerca de su objetivo como para causar daños importantes y numerosas bajas. Aquel fue el primer y único ataque con éxito de la Operación Afrodita.

Con unos precedentes tan poco esperanzadores, llegó el turno del teniente Kennedy. Iba a ser el piloto del Zootsuit Black, un PB4Y Liberator que sería utilizado como misil en la primera misión Anvil de la Marina. Su compañero de tripulación sería el teniente John “Willy” Wilford, que había hecho valer su rango para quitar el puesto al sargento James Simpson, el copiloto habitual de Kennedy. La misión estaba dirigida contra la fortaleza de Mimoyecques. Participaban en ella, además del bombardero tripulado por Kennedy y Wilford, dos aviones Lockheed Ventura (el nodriza encargado de dirigir al Liberator y otro de apoyo en la navegación) y un caza De Havilland Mosquito que tenía que seguir al PB4Y a una distancia de 300 pies con la misión de filmar la operación.

Casualmente, Kennedy no sería el único familiar de un presidente de Estados Unidos que iba a participar en aquella misión. El piloto del Mosquito era coronel de la USAAF Elliott Roosevelt, hijo de Franklin Delano Roosevelt.

La tarde del 12 de agosto el PB4Y pilotado por el teniente Kennedy despegó del aeródromo de Fersfield portando una carga explosiva de 9.600 Kg de Torpex. No hubo problemas en el despegue, y todo transcurría según lo previsto. Pasadas las seis de la tarde, sobrevolando el estuario del Blyth a una altura de 2.000 pies, Kennedy y Wilford pusieron rumbo al sur, a un punto situado en las proximidades de la base de la RAF de Manston, en Kent, donde tenían que saltar en paracaídas. A continuación, pasaron el control del bombardero al avión nodriza y comenzaron a prepararse para el salto. En ese momento, unos minutos antes de la hora fijada para abandonar el avión, el Torpex detonó por causas desconocidas. Más tarde se especuló que pudo deberse a un error de Kennedy al activar la carga explosiva, pero es imposible saber qué ocurrió realmente. La explosión destruyó al bombardero, causando la muerte instantánea de Kennedy y Wilford. Los restos cayeron cerca del pueblo costero de Blythburgh, dañando numerosas construcciones de la localidad. La onda expansiva también alcanzó al Mosquito de Roosevelt, que logró regresar a la base a pesar de los daños sufridos en su avión.

Las primeras misiones Afrodita habían consistido en ataques simultáneos contra varios objetivos y se habían desarrollado con una frecuencia muy alta, con pocos días de diferencia entre ellas. Pero debido a los escasos resultados obtenidos hasta entonces, las posteriores misiones se fueron distanciando cada vez más en el tiempo. El 13 de agosto un B-17 que tenía como objetivo Le Havre detonó su carga antes de tiempo, y un De Havilland Mosquito de apoyo fue destruido por la explosión. Ese fue el último ataque de aquel mes. En septiembre se enviaron tan solo cuatro B-17 en ataques contra la isla de Heligoland y la refinería de petróleo de Hemmingstedt, y en octubre otros cuatro de nuevo contra Heligoland. Todos ellos fracasaron.

Foto del Mugwump, un B-17F modificado como avión no tripulado para una misión Afrodita. Ya se le había retirado todo el armamento, pero aún no tenía instaladas las antenas para recibir las señales del avión nodriza. La foto fue tomada en el aeródromo de Feinsfield antes de despegar en un ataque contra la base de submarinos de la isla de Heligoland. Durante la misión, el 30 de octubre de 1944, el avión perdió el rumbo y acabó estrellándose en Suecia, provocando un enorme cráter y la alarma de los habitantes de la región:


Aún hubo algunas misiones más, enviadas contra objetivos teóricamente más sencillos, como centros industriales o nudos ferroviários, pero la efectividad de los ataques siguió siendo prácticamente nula. Las dos últimas misiones se lanzaron el 5 de diciembre, contra el complejo ferroviario de Herford, y el día de Año Nuevo de 1945, contra la central eléctrica de Oldenburg. Los cuatro B-17 que participaron en ellas fueron derribados por la artillería antiaérea o se estrellaron sin causar daños.

El 27 de enero 1945 el general Carl Spaatz, comandante de las Fuerzas Aéreas Estratégicas en Europa, envió un mensaje urgente a Doolittle en el que le ordenaba suspender las misiones Afrodita “hasta nueva orden”.

La muerte de Joe Kennedy se suele considerar la primera de una larga lista de tragedias que afectaron a su familia en los años siguientes. Tras los asesinatos de sus hermanos John y Bobby, la historia reapareció y surgieron algunas teorías conspiratorias con poca base sobre la muerte del mayor de los Kennedy. Lo cierto es que no hace falta recurrir a ninguna conspiración para explicarla. Como hemos visto, en las operaciones Anvil y Afrodita los fallos técnicos y humanos fueron continuos, lo que las convertía en misiones de alto riesgo.

Fuentes principales:
http://www.forcedlandingcollection.se/USAAFe/USAAF140-441030-mugwump.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Operation_Aphrodite
http://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_P._Kennedy,_Jr.
James Hayward: Mitos y leyendas de la Segunda Guerra Mundial


Cuando Etiopía estuvo en guerra con Corea del Norte

El 3 de octubre de 1935, cumpliendo los sueños imperiales de Mussolini, 100.000 soldados italianos iniciaron la invasión de Etiopía desde su colonia de Somalia. Las fuerzas armadas etíopes eran numerosas, pero estaban mal equipadas y desorganizadas. En ocasiones no eran más que grupos armados con lanzas dirigidos por los jefes de los clanes locales. Así que en apenas unos meses el moderno ejército italiano logró acabar con la resistencia etíope y conquistó el país. A comienzos de mayo del año siguiente el general Badoglio entraba en Addis Abeba, la capital, y el emperador Haile Selassie tenía que huir al exilio.

La Sociedad de Naciones condenó la agresión y decretó un embargo económico contra Italia, pero, al no afectar a las materias primas necesarias para continuar la guerra, las sanciones no tuvieron ningún efecto. En realidad las dos potencias más influyentes en la Sociedad de Naciones, Gran Bretaña y Francia, estaban más interesadas en evitar conflictos con Italia que en defender de la agresión a otro Estado miembro como era Etiopía. El 30 de junio de 1936, el emperador exiliado llegó a la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra para dar un discurso en el que pretendía denunciar la agresión italiana y la política de apaciguamiento que la permitía. Su intervención fue saboteada por fascistas llegados desde Italia, y el emperador tuvo que abandonar el edificio sin poder dirigirse a la asamblea ante los abucheos de los partidarios de Mussolini. Haile Selassie mostró su ira contra la comunidad internacional y el organismo que teóricamente la representaba con una declaración que resultaría profética: "Hoy nos sucedió a nosotros. A ustedes mañana".

Solo quince años después, el mundo había cambiado radicalmente. La política de apaciguamiento con la que las grandes potencias habían tratado de evitar el enfrentamiento con Hitler y Mussolini resultó un fracaso que condujo a una guerra mundial. Del conflicto había salido un mundo dividido en dos bloques liderados por las dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. La Sociedad de Naciones había sido sustituida por la Organización de las Naciones Unidas, nacida con la misma pretensión que aquella de ser el instrumento que sirviese para evitar conflictos entre estados y mantener la paz mundial.

Entonces se produjo una de las primeras y más graves crisis que pusieron a prueba a la ONU durante la guerra fría. En junio de 1950 el ejército de Corea del Norte cruzó el paralelo 38, la frontera con Corea del Sur, comenzando una invasión que muchos creyeron que era solo el primer paso de una ofensiva general de los países comunistas contra Occidente. Las Naciones Unidas aprobaron la formación de una fuerza militar liderada por Estados Unidos para acudir en ayuda de Corea del Sur (con un régimen militar aliado de los norteamericanos) y expulsar del país a los invasores del Norte y su aliado, la República Popular de China. El emperador Haile Selassie, que tras la guerra mundial había recuperado su trono, vio la oportunidad de dejar en evidencia el comportamiento de la comunidad internacional que quince años antes había abandonado a su país. Para demostrar al mundo que sus críticas eran sinceras y que estaba dispuesto a predicar con el ejemplo, el emperador decidió contribuir a la coalición de las Naciones Unidas con una fuerza militar formada por varios millares de hombres, en una evidente desproporción con la importancia política y económica de su país, y a pesar de que hasta ese momento las relaciones diplomáticas, económicas o de cualquier tipo entre Etiopía y Corea, y en general entre Etiopía y todo Extremo Oriente, eran prácticamente inexistentes.

La fuerza expedicionaria etíope recibió el nombre de Batallón Kagnew (en realidad fueron tres batallones de algo más de un millar de hombres cada uno, que fueron enviados sucesivamente entre 1951 y 1953). "Kagnew" era el nombre del caballo de batalla del Ras Makonnen, el padre del emperador Haile Selassie. El batallón estaba formado íntegramente por oficiales y soldados de la 1ª División de la Guardia Imperial. Esta división estaba considerada una unidad de élite, aunque no era más que una de las cuatro divisiones que componían las modestas Fuerzas Armadas regulares del Imperio, en concreto la encargada de la defensa de Eritrea y el norte del país. Las tropas seleccionadas recibieron un entrenamiento intensivo en las montañas de Etiopía para aclimatarse al frío antes de partir hacia Corea.

En Corea los Kagnews fueron integrados en la 7ª División de Infantería de los Estados Unidos. Pese a que no era un contingente muy numeroso en comparación con los de otros países, los etíopes pronto se hicieron destacar entre sus aliados. En eso seguro que influyó el hecho de que hasta entonces la inmensa mayoría de los coreanos nunca habían visto a un hombre de raza negra, pero por lo que realmente se distinguieron fue por su comportamiento en combate. Los soldados etíopes habían recibido una consigna muy sencilla: “Nunca permitan que les capturen en el campo de batalla”. Y la cumplieron a rajatabla. El Batallón Kagnew fue el único contingente militar que acabó la guerra sin que ninguno de sus hombres hubiese sido hecho prisionero. Otra cosa que les hizo famosos fue la costumbre que tenían de llevarse a sus muertos con ellos. Nunca los abandonaban en el campo de batalla. Además de una muestra de respeto hacia sus compañeros caídos, era una forma de guerra psicológica, ya que esperaban que, al no encontrar ningún cadáver, sus enemigos acabasen creyendo que los etíopes eran poco menos que inmortales. En aquella época era una práctica inusual que impresionó a sus aliados estadounidenses. De hecho, poco después empezaron a copiarles y hoy es una de las señas de identidad de algunas unidades como los Marines.

Soldados del Batallón Kagnew en Corea:


Por aquel entonces en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos aún se estaban dando los primeros pasos para acabar con la segregación racial, pero el batallón de etíopes no tuvo ningún problema en ese sentido. Los Kagnews se ganaron en el campo de batalla el respeto de los norteamericanos, como prueban las numerosas condecoraciones estadounidenses que les fueron otorgadas, entre ellas dieciocho Estrellas de Bronce y una Estrella de Plata. Esta última fue para Mamo Habtewold, un joven teniente que había llegado a Corea en el tercer reemplazo del Batallón Kagnew. Mamo también fue nombrado “Caballero de la Orden del Emperador Menelik”, la más alta distinción de Etiopía..

Una noche de mayo de 1953 una pequeña patrulla de reconocimiento de quince hombres (catorce etíopes y un cabo estadounidense) conducida por el teniente Habtewold fue sorprendida por un ataque chino. Los Kagnews lograron rechazar a los atacantes, pero cuando los chinos se retiraron cuatro de los hombres habían muerto, entre ellos el norteamericano, y todos los demás estaban heridos. Su situación era desesperada. Estaban incomunicados y rodeados, y Mamo era el único en condiciones de seguir combatiendo. Los ataques chinos continuaron de forma intermitente durante toda la noche.

“Trataron de tomar prisionero a mi operador de radio, pero maté al soldado chino y salvé a ese hombre. Una vez vinieron a rematarnos cuando todos estábamos heridos, lancé una granada de mano y los maté. Fue muy duro (…) Fui herido varias veces. Yo estaba cansado, agotado, y caí inconsciente en dos ocasiones. Lo más importante era encontrar una radio para comunicarme con la artillería americana. Pero nuestras tres radios habían sido destruidas. Di mi pistola a un soldado para que me cubriese mientras yo iba en busca de una radio. Me desmayé de nuevo. Tenía miedo de ser capturado, quería matarme. Pero cuando ordené al soldado que me devolviera mi pistola, él se negó, y los otros soldados, dijeron: ‘¡No se la des!‘”.

Al fin Mamo logró encontrar una radio y pudo solicitar refuerzos y apoyo artillero para detener los ataques chinos. Cuando llegaron las tropas estadounidenses, Mamo y sus hombres fueron evacuados. Él era el único que se mantenía en pie:

”Todos se fueron al hospital, yo fui el único que regresé al bunker. Es como un hombre que vive con su familia, toda la familia ha muerto y regresa a una casa vacía. Así es como me sentía. Estaba tan apesadumbrado... Estaba muy deprimido”.

Entre junio de 1951 y abril de 1954 un total de 3.158 etíopes sirvieron en Corea durante la guerra, sufriendo 121 bajas mortales y 536 heridos. Cuando regresaron a Etiopía, llevando de vuelta a sus muertos, los soldados del Batallón Kagnew fueron recibidos como héroes. Una multitud salió a recibirles por las calles de Addis Abeba.

Fuentes principales:
http://en.wikipedia.org/wiki/Kagnew_Battalion
http://www.theworld.org/2012/09/ethiopias-korean-war-hero/