Del rayo de la muerte al radar

En 1934 el Ministerio del Aire británico comenzó a prestar atención a la amenaza del rearme alemán. Entre otras cosas, la propaganda nazi aseguraba que los investigadores alemanes había desarrollado un “rayo de la muerte” que funcionaba por medio de ondas de radio y que tenía tal poder destructivo que podía llegar a arrasar una ciudad. En junio de ese año, Harry Wimperis, director de investigación científica del ministerio, se puso en contacto con el laboratorio del físico e ingeniero escocés Robert Watson-Watt, experto en radiofrecuencias, para encargarle la construcción de la versión británica del invento alemán.

Siguiendo las instrucciones de Wimperis, un ayudante de Watson-Watt, el físico Arnold Wilkins, comenzó a trabajar en el desarrollo de un “rayo de la muerte” que pudiese ser utilizado como arma antiaérea. La idea era dirigir contra un aparato enemigo un haz de microondas que provocase en las personas que viajasen en su interior una subida de la temperatura corporal por encima de los 40º, causando así por medio de la fiebre la incapacitación del piloto y del resto de la tripulación. Los cálculos de Wilkins demostraron que para provocar esos efectos en los tripulantes de un avión sería necesaria una potencia enorme, fuese cual fuese la frecuencia que se utilizase. Como en la práctica habría sido imposible fabricar emisores de radio de tales potencias, Wilkins concluyó que el rayo de la muerte era técnicamente inviable. En enero de 1935 comunicó las conclusiones de sus estudios a Watson-Watt. Su jefe le preguntó si para aprovechar el trabajo realizado hasta entonces se le ocurría alguna utilidad alternativa a sus estudios con haces de microondas. Wilkins recordó entonces una conversación casual que había mantenido con empleados de la Oficina de Correos, en la que le habían contado que el vuelo cercano de aviones producía interferencias en las comunicaciones por radio.

De hecho, ya en 1932 la Oficina de Correos británica había publicado un informe en el que se documentaba cómo ciertos fenómenos podían afectar a la recepción de señales de radio. La mayor parte de los que se mencionaban eran fenómenos meteorológicos, como la lluvia o las tormentas eléctricas, pero también se explicaba que el paso de un avión sobre un receptor podía causar perturbaciones en la señal. Lógicamente, el objetivo del informe era identificar causas de interferencias no deseadas, y por tanto las trataba como fuentes de problemas en las comunicaciones que había que eliminar. Era ese el sentido en el que los empleados de la oficina postal comentaron el tema a Wilkins. En cambio, él se dio cuenta de que el fenómeno podía tener una utilidad práctica: permitiría contruir dispositivos detectores de aviones enemigos. Explicó su idea a Watson-Watts, y tras obtener el permiso de su jefe comenzó a trabajar en los cálculos teóricos.

Cuando terminó los cálculos, Wilkins concluyó que el aparato detector era técnicamente factible. A continuación dio los resultados a Watson-Watt para que los revisase. Su jefe hizo las comprobaciones sin encontrar ningún fallo en los cálculos y estuvo de acuerdo en seguir adelante con el proyecto.

El 12 de febrero Watson-Watt envió al Ministerio del Aire un informe en el que descartaba totalmente la fabricación de un “rayo de la muerte”, y aprovechaba para lanzar la propuesta de centrarse en "el difícil pero más real problema del uso de ondas de radio reflejadas para detectar y posicionar blancos". De hecho el título del menorando era “Detección y localización de aeronaves por métodos de radio”.

El trabajo de Wilkins y Watson-Watt dio como resultado el desarrollo de un dispositivo al que llamaron RDF (Radio Direction Finding). Más tarde sería conocido en todo el mundo como radar. Con el apoyo del Ministerio del Aire, en pocos años lograron grandes avances que colocaron a los británicos en el primer puesto mundial en la tecnología del radar, adelantando precisamente a los investigadores alemanes. Durante la Segunda Guerra Mundial la eficiente red británica de radares dio una gran ventaja estratégica y táctica a la RAF frente a las fuerzas aéreas del Eje.

Doble juego

Arthur Graham Owens era un ingeniero eléctrico nacido en 1899 en Pontardawe, en el sur de Gales. En la década de los 30, tras vivir trece años en Canadá, regresó a Gran Bretaña para fundar una empresa dedicada a la fabricación de baterías para barcos. Sus negocios le hacían viajar continuamente por Holanda, Alemania y otros países de Europa. Visitaba con frecuencia Kiel, la principal base de la Kriegsmarine. Y también era un contratista civil de la Royal Navy. Políticamente era un nacionalista galés, y como tal sentía muy poca lealtad hacia el Reino Unido. En realidad sus mayores intereses parece ser que eran el dinero y las mujeres, no sé si por este orden.

No está claro qué servicio de inteligencia fue el primero en captarle. En 1936 el SIS (la agencia de inteligencia exterior británica, también llamada MI6) le convenció para que contase detalles de lo que veía en los astilleros alemanes. Pero parece que un año antes, durante una visita de negocios a la embajada alemana en Bruselas, ya había llegado a un acuerdo con los alemanes por el que a cambio de una buena cantidad de dinero les informaría de los preparativos navales británicos. En todo caso aquellas fueron colaboraciones ocasionales. Su fichaje oficial lo realizó en 1938 Nikolaus Ritter, alias Dr. Rantzau, un agente del Abwehr (el servicio secreto militar alemán) que había vivido durante muchos años en Estados Unidos y que por entonces dirigía una sección del Abwehr en Hamburgo. Ritter se convirtió en su controlador (el oficial encargado de mantener la comunicación y dar instrucciones a un agente). En los meses siguientes Owens, conocido en el Abwehr con el nombre en clave de Johnny, se encontró varias veces con él en Bruselas, Amberes y Rotterdam, y le vendió informaciones de valor estratégico (las más importantes estaban relacionadas con el radar, en aquel momento un proyecto ultrasecreto).

A su regreso a Gran Bretaña, en septiembre de 1938, Owens decidió que no merecía la pena correr riesgos innecesarios, así que se puso en contacto con el servicio secreto británico. Les confesó que estaba trabajando para los alemanes y que esperaba recibir un equipo de radio para comunicarse con ellos. A principios de 1939 la radio llegó a la consigna de la estación Victoria de Londres. El 11 de agosto Owens viajó a Hamburgo para entrevistarse con Ritter. Su mujer y su hijo aprovecharon su ausencia para acudir a la policía y acusarle de ser un espía alemán. No sabían que la contrainteligencia británica ya estaba informada de ello por el propio Owens. Eso explica que cuando regresó de Alemania el 23 de agosto, en plena crisis prebélica, no fuese molestado por la policía. El 4 de septiembre, un día después de la declaración de guerra del Reino Unido a Alemania, Owens acudió una vez más a la inteligencia británica para ofrecerles sus servicios. Si esperaba que le demostrasen agradecimiento, se equivocó. Fue recluido en la prisión de Wandsworth bajo la Ordenanza de Defensa 18B, que acababa de ser aprobada, y que permitía el internamiento sin juicio de simpatizantes de los nazis. Sin embargo, el MI5 (la contrainteligencia británica) ya había decidido que Owens podía ser útil como agente doble, así que le enviaron su radio a la cárcel. Desde allí se comunicaba con sus controladores alemanes, enviando la información que le preparaba el servicio secreto. Nacía así oficialmente el agente con nombre en clave Snow (“nieve” en inglés, y casi un anagrama de su apellido).

En los primeros meses de la guerra el Abwehr se limitaba a pedirle informes meteorológicos para uso de la Luftwaffe, y de paso como una forma de poner a prueba su credibilidad. En una de las respuestas a sus mensajes, Owens recibió la petición de que viajase a Holanda, que todavía era un país neutral, para entrevistarse de nuevo con su controlador. El MI5 tuvo que ponerle en libertad.para que pudiese acudir a la cita. Owens regresó sin problemas. Aparentemente los alemanes no sospechaban nada, y la operación de engaño parecía ir bien.

Y entonces Snow fue descubierto... por la prensa.

El 18 de marzo de 1940 apareció en la contraportada del Daily Herald (décadas más tarde, tras su compra por Rupert Murdoch y rebautizado como The Sun, se convertiría en el gran periódico amarillo británico, pero en aquella era época era un diario bastante respetable, cercano al Partido Laborista) un artículo con un llamativo titular: "Se permite a espías emitir desde Gran Bretaña”. En él se revelaba que "estaciones de radio operadas por agentes enemigos aún están trabajando en este país, con el permiso del Servicio Secreto Británico. Se ha permitido a espías y personas desafectas continuar con sus actividades hasta que se haya involucrado a sus cómplices". En el artículo se mencionaba a Owens por su nombre, e incluía una fotografía del lujoso piso franco en el que le había alojado el MI5, situado en Richmond, en los suburbios de Londres. Probablemente aquella fue la violación de seguridad más grave de todas las cometidas por la prensa durante el conflicto. Pero no hubo ningún castigo para el periodista firmante del artículo, el editor ni nadie relacionado con el periódico. En el MI5 pensaron que si se actuaba de alguna forma contra ellos sería como confirmar que los hechos que se contaban eran ciertos, así que decidieron que lo más prudente sería no mover el asunto y rezar por que los alemanes no leyesen la prensa.

Es probable que el origen de la filtración estuviese en el propio Owens, ya que al descubrirse a sí mismo dejaría de tener utilidad como agente doble y el servicio secreto le liberaría de la obligación de seguir trabajando para ellos. Si era esa su intención, no le salió bien, porque finalmente la información aparecida en el Daily Herald no tuvo consecuencias. Los alemanes no se habían enterado (o si lo hicieron no lo demostraron, aunque probablemente a esas alturas ellos tenían tan poca confianza en la lealtad de Owens como sus enemigos británicos), y nunca volvió a publicarse nada sobre el tema en la prensa inglesa. Eso permitió a Snow seguir trabajando para el MI5. Por suerte para ellos, porque en los meses posteriores les prestaría el servicio más importante de su carrera como espía.

Tras la caída de Francia, el Abwehr decidió enviar al sur de Inglaterra a un gran número de agentes con el objetivo de conseguir información para preparar una futura invasión de Gran Bretaña. Los alemanes encargaron a Owens que les enviase datos, como nombres o números de cartillas de racionamiento, con los que elaborar la documentación falsa que llevarían los agentes en suelo británico. Owens, que lógicamente solo enviaba la información que le suministraba el MI5, les dio datos erróneos que permitirían identificar fácilmente a los espias alemanes. Muchos tenían también instrucciones de ponerse en contacto con Owens. Después de desembarcar o saltar en paracaídas en Inglaterra, la inmensa mayoría de los agentes eran detenidos en cuestión de días, o incluso horas. El único que logró permanecer libre durante un tiempo considerable (cinco meses) fue el holandés Ter Braak, pese a que su documentación también estaba preparada con los datos falsos proporcionados por Owens. Más importante aún que impedir operar a los agentes enemigos, era que, después de capturarlos, el servicio de contrainteligencia podía utilizarlos a su favor convirtiéndolos en agentes dobles. Enfrentados una más que probable pena de muerte, muchos de los espías alemanes aceptaron cambiar de bando y colaboraron con los servicios secretos británicos en sofisticadas operaciones de engaño. La red de agentes dobles, coordinada por una sección del MI5 conocida como Comité XX, acabaría teniendo una actuación decisiva en la guerra. Owens fue el primero de aquellos agentes dobles, y ayudó a capturar a decenas de espías alemanes.

Pero el MI5 seguía sin confiar en Snow. Estaban seguros de que su lealtad podía comprarse fácilmente, y que no le importaría cambiar de bando si creía que podía salir ganando en el cambio. Las sospechas hicieron que el MI5 encargase a otro agente llamado Sam McCarthy (de nombre en clave Biscuit) la misión de hacer amistad con el galés y probar su fidelidad. En el informe de McCarthy se aseguraba que Owens le había admitido que era un "doble doble agente", y que estaba traicionando a los británicos.

En marzo de 1941 Owens recibió la orden del Abwehr de viajar a Lisboa para encontrarse con Ritter. Tenía que ir acompañado por otro espía alemán en Inglaterra llamado Walter Dicketts (como él, agente doble, conocido en el MI5 como Celery, “apio”), un antiguo miembro de la inteligencia británica durante la Primera Guerra Mundial, que había sido detenido incontables veces por estafa antes de la guerra. En la capital portuguesa, al parecer, Owens confesó que estaba trabajando para los británicos, pero sorprendentemente le permitieron regresar a Inglaterra. En cambio, Dicketts fue obligado a ir con Ritter a Hamburgo. Más sorprendente aún, convenció a los alemanes de que era de fiar y salió con vida de tres semanas de interrogatorios. Después de que (aparentemente) hubiese vendido a Celery a los alemanes, el MI5 no pudo volver a confiar en Snow. Owens fue recluido en la prisión de Dartmoor para el resto de la guerra. Para justificar su desaparición, el servicio secreto británico encontró la manera de hacer llegar al Abwehr la noticia de que estaba gravemente enfermo. En la cárcel Owens no rompió completamente con el MI5 y siguió trabajando para ellos (se supone que a cambio de ciertos privilegios), haciéndose amigo de los presos alemanes e informando de sus conversaciones.

Arthur Owens sobrevivió a la guerra manteniéndose siempre en el filo de la navaja, decantando su lealtad hacia un bando u otro dependiendo de las circunstancias. O quizás no. En el mundo esquizofrénico del agente doble, las contradicciones y las situaciones confusas son inevitables, y en el caso de Owens el bando que sin duda sacó más provecho de sus juegos fue el aliado. Si hubiese que definirle con una palabra, esa sería "contradictorio". Parecía habitualmente muy nervioso, pero en situaciones en las que su vida corría peligro mostraba una enorme frialdad. Normalmente discreto, en ocasiones caía en indiscreciones inexplicables.

Al terminar el conflicto Owens fue liberado y regresó a Canadá. Allí cambió su nombre por Arthur Brown, y reclamó (sin éxito) una indemnización al gobierno británico por detención ilegal. Más tarde se asentó en Irlanda, donde acudía habitualmente a reuniones del Sinn Fein y despotricaba contra los odiados ingleses, al tiempo que seguía recibiendo pagos ocultos del servicio secreto británico. Allí murió en 1957. Está enterrado en una tumba anónima de Dublín.

Su hija Patricia Owens fue una actriz de Hollywood de relativo éxito. Su papel más destacado fue el de protagonista femenina en The Fly (La mosca, 1958), una de esas típicas películas de monstruos mutantes que se pusieron de moda en los años 50.

A la izquierda, Patricia Owens, estrella de Hollywood; a la derecha, su padre Arthur, el espía que engañó a todos (o no):


Fuentes:
http://www.sabotagetimes.com/reportage/leaks-lies-and-welsh-masterspies-the-true-story-of-arthur-owens/
http://www.telegraph.co.uk/history/britain-at-war/8980777/Britains-first-double-agent-the-spy-who-tricked-us-all.html
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2079313/The-extraordinary-life-Arthur-Owens-Britains-double-agent-World-War-II.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Arthur_Owens


La soledad de un espía

El 1 de abril de 1941 la policía británica descubrió en el interior de un refugio antiaéreo de Cambridge el cadáver de un joven con un disparo en la cabeza. Cuando registraron sus bolsillos los policías encontraron un documento de identidad y un pasaporte sin sellar a nombre de Jan Willem Ter Braak, de nacionalidad holandesa. La muerte se había producido unos dos días antes, y junto al cuerpo había una pistola de fabricación alemana. Todo parecía indicar que se trataba de un suicidio.

Una muerte violenta, un extranjero natural de un país ocupado, un arma alemana… eran muchos los indicios que apuntaban a que podía tratarse de un caso relacionado con la actividad de agentes enemigos, así que las autoridades decidieron que la investigación continuase en secreto. Así fue como el servicio de contrainteligencia británico pudo reconstruir la historia del que se cree que fue el espía alemán que más tiempo operó en Gran Bretaña durante la guerra sin ser descubierto.

La verdadera identidad de Willem Ter Braak fue un misterio durante décadas. Hoy se sabe que se llamaba en realidad Engelbertus Fukken y que había nacido en Holanda en 1914. En la noche del 2 al 3 de noviembre de 1940 Ter Braak / Fukken saltó en paracaídas sobre Buckinghamshire, al noroeste de Londres (casualmente cerca de Bletchley Park, uno de los lugares que más secretos guardaba de toda Inglaterra). Al día siguiente se descubrió el paracaídas y la policía comenzó una intensa búsqueda por los alrededores. Sin resultados. Ter Braak se había movido rápido, y cuando los policías peinaban la zona en la que había aterrizado, él estaba ya camino de Cambridge. Llegó a la ciudad universitaria al día siguiente. Lo primero que hizo fue buscar alojamiento. A la casera le explicó que era holandés, que había llegado al país durante la evacuación de Dunkerque, y que trabajaba en un periódico que las fuerzas holandesas libres publicaban en Londres.

Como extranjero, Ter Braak estaba obligado a comunicar su presencia a las autoridades, pero no lo hizo. Fue el dueño de la casa en la que se hospedaba quien informó al servicio de Extranjería que tenía a un ciudadano holandés viviendo con él. La policía no hizo ninguna comprobación.

En Cambridge Ter Braak vivía del dinero que le había proporcionado el Abwehr, una importante cantidad de libras y dólares estadounidenses. Pasaba la mayor parte del día fuera de la casa, aunque regresaba todas las noches. Entre sus pertenencias se encontraron numerosos billetes de autobús por los que los investigadores dedujeron que se dedicaba a recorrer la región para localizar campos de aviación e instalaciones militares.

En enero de 1941 Ter Braak recibió un aviso de la Oficina de Alimentación, que aseguraba que los datos de su cartilla de racionamiento correspondían a otra persona. La cartilla se la había proporcionado el Abwehr con la información que les había enviado Johnny, un agente alemán que operaba en Inglaterra. Johnny era el nombre en clave por el que el Abwehr conocía a Arthur Owens, un nacionalista galés que se había ofrecido voluntariamente para trabajar para el servicio secreto alemán. Pero Owens era en realidad un agente doble, conocido por el MI5 como Snow (“nieve”, y casi un anagrama de su apellido), que enviaba a los alemanes datos falsos, de forma que los documentos preparados con ellos contuviesen errores obvios para quien estuviese habituado a manejarlos.

Ter Braak se dio cuenta de que corría un grave peligro y podía ser descubierto en cualquier momento. Dejó la casa, contándole a la dueña que tenía que marcharse a Londres. Pero en realidad no se movió de Cambridge, y se limitó a buscar una casa de huéspedes en otro barrio de la ciudad.

En marzo se le acabó el dinero británico, y tuvo que recurrir a uno de los huéspedes que vivían con él, que trabajaba en un banco, para cambiar los dólares que le había proporcionado el Abwehr. A final del mes ya no le quedaba dinero para pagar a su casera. Se cree que nunca llegó a contactar con Alemania, debido a un problema en el transmisor de su radio. Había logrado permanecer cinco meses en Inglaterra sin ser descubierto, pero su misión había fracasado.

El 29 de marzo Ter Braak depositó una gran caja en la oficina de equipajes de la estación de Cambridge, y a continuación fue al refugio antiaéreo. Allí se suicidó de un tiro en la cabeza. Dos días después encontraron su cadáver. En la caja de la estación había guardado su equipo de radio.

Fuentes:
James Hayward: Mitos y leyendas de la Segunda Guerra Mundial
Jefferson Adams: Historical Dictionary of German Intelligence
http://en.wikipedia.org/wiki/Willem_Ter_Braak


El general Zahedi y los británicos, o cómo funciona la política internacional

En agosto de 1942, en el transcurso de la Operación Azul (la ofensiva que llevó al VI Ejército a Stalingrado), los ejércitos alemanes lograron ocupar la mayor parte del Cáucaso, haciéndose con el control de los pasos que atravesaban la cordillera y amenazando los yacimientos petrolíferos de Azerbaiyán y el Caspio. Un año antes Irán había sido ocupada conjuntamente por británicos y soviéticos, para evitar un pronunciamento del Sha a favor del Eje y asegurar una de las principales rutas de abastecimiento de la Unión Soviética (el ferrocarril Trans-Iranio). Pero a finales del verano de 1942, con la Wehrmacht peligrosamente cerca de las fronteras de Persia, los británicos comenzaron a temer una sublevación de los iraníes a favor del Eje.

Gran Bretaña ocupaba el sur del país, pero sus fuerzas eran demasiado escasas como para hacer frente a una insurrección armada. Su única opción era adelantarse a ella dando un golpe de mano para neutralizar a los líderes de la conspiración antibritánica. El mayor sospechoso era el general Fazlollah Zahedi, el gobernador militar de Isfahán, del que se creía que estaba en contacto con agentes alemanes. El gobierno de Churchill encomendó la misión a un agente del MI6 (el servicio secreto exterior) llamado Fitzroy MacLean. A los que seguís habitualmente este blog puede que este nombre os suene de algo, porque no hace mucho hablé de él en una entrada dedicada a los hombres que inspiraron a Ian Flemig para crear el personaje de James Bond.

MacLean explicaría años después en qué consistía su misión: "Una parte siniestra de todo esto la jugaba un tal general Zahidi (sic), que estaba al mando de las fuerzas persas en el área de Isfahán. Zahidi era conocido por ser uno de los peores acaparadores de grano del país. En resumen, el general Zahidi parecía estar detrás de la mayoría de los problemas en el sur de Persia (...) El general Baillon y Sir Reader Bullard habían decidido que esto podría lograrse mejor mediante la eliminación del general Zahidi, y fue esa la tarea que decidieron confiarme. Tenía que capturarle vivo, y hacerlo sin crear ninguna perturbación". La misión recibió el curioso nombre en clave de "Operación Pongo".

Cuando llegó a Isfahán, MacLean fue a ver al cónsul británico, John Gault, y le reveló el verdadero propósito de su presencia allí. Gault se mostró de acuerdo con la misión, confirmando las sospechas británicas: "El general Zahidi, aunque de trato agradable, era, dijo, en realidad una mala persona: un enemigo acérrimo de los aliados, un hombre de hábitos personales desagradables, y, a causa de sus actividades de acaparamiento de grano, una fuente de descontento popular y un obstáculo para la administración eficiente del sur de Persia". El cónsul también había oído rumores de que Zahedi estaba preparando una revuelta antibritánica con el apoyo de agentes alemanes.

Zahedi era un hombre cauteloso, siempre acompañado de guardaespaldas. Viendo las medidas de seguridad de las que se rodeaba, MacLean pensó que cuanto menor fuese la fuerza utilizada en el secuestro, mayores serían sus posibilidades de éxito. Decidió usar a su favor la vanidad del general. Solicitaría una audiencia haciéndose pasar por un general británico, esperando que Zahedi la aceptase encantado de aquella demostración de la importancia que tenía para los ingleses. Cuando lograse quedarse a solas con él, MacLean simplemente le encañonaría con un arma y le obligaría a salir con él.

MacLean acudió a la cita acompañado de un pelotón de infantería del regimiento Seaforth Highlanders, que tenía que esperar en el exterior del edificio con órdenes de intervenir solo si era estrictamente necesario. Fue más sencillo de lo que esperaban. Zahedi "entró en la sala, y se encontró a sí mismo mirando el cañón de mi Colt. Sin más preámbulos, invité al Secretario General a levantar las manos y le informé de que tenía instrucciones de arrestarle y de que, si hacía algún ruido o intento de resistencia, le dispararía un tiro".

Los británicos metieron a Zahedi en un coche y lo llevaron al desierto, donde un avión estaba esperándole listo para despegar. El general pasó los años siguientes en un campo de internamiento en Palestina. Después de la guerra fue puesto en libertad y regresó a su país.

Mientras Zahedi iba camino al cautiverio, MacLean registraba su domicilio en busca de documentos comprometedores. En el dormitorio del general encontró "una colección de armas automáticas de fabricación alemana, una buena cantidad de ropa interior de seda, un poco de opio, un catálogo ilustrado de prostitutas de Isfahán y un gran número de cartas y papeles", entre ellos su correspondencia con el cónsul alemán en el sur de Persia.

Y ahora vamos a dar un salto temporal. No muy grande, solo unos pocos años.

En marzo de 1951 el primer ministro de Irán Mohammad Mossadeq sorprendió al mundo decretando la nacionalización de la AIOC (Anglo-Iranian Oil Company), la compañía británica que controlaba la producción de petróleo iraní imponiendo unas condiciones abusivas (como la de asegurarse la compra de la producción nacional hasta 1993 a un precio fijo de cuatro dolares la tonelada). El Reino Unido respondió a la nacionalización imponiendo sanciones económicas y cerrando los bancos británicos en el país. Pero la asfixia económica era solo el primer paso para forzar un cambio de régimen en Irán. El MI6 y la recién creada CIA se pusieron como objetivo acabar con la monarquía constitucional y sustituirla por un gobierno dictatorial del Sha Reza Pahlevi. Para ello necesitarían a un hombre dentro del régimen. Ya os estaréis imaginando quién iba a ser.

Por entonces Fazlollah Zahedi, que tras retirarse del Ejército se había convertido en un influyente político, ocupaba el cargo de ministro del Interior. En un primer momento se había mostrado partidario de la nacionalización de la industria petrolera, pero al poco tiempo, con la ayuda de los servicios secretos británicos, comenzó a conspirar contra el gobierno del que él mismo formaba parte. A mediados de 1951 Zahedi fue destituido por Mossadeq después de ordenar una sangrienta represión de las manifestaciones a favor de la nacionalización que había causado al menos 20 muertos y 2.000 heridos. El primer ministro le acusaba de estar preparando un golpe de estado. Por su parte, Zahedi recriminaba a Mossadeq su creciente tolerancia con el Tudeh, el partido comunista iraní.

En agosto de 1951 tuvo lugar un golpe de estado militar, liderado por Zahedi y dirigido y financiado por los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses. Aquel primer intento acabó en fracaso. Zahedi tuvo que ocultarse y el Sha se exilió en Italia. Mientras, en Gran Bretaña continuaba la campaña política contra Mossadeq. Le acusaban de haberse vendido a los soviéticos, a pesar de que también había nacionalizado la industria pesquera (hasta ese momento explotada en régimen de concesión por la URSS). El 19 de agosto de 1953 hubo un segundo golpe de estado. Tropas leales a Zahedi arrestaron a Mossadeq en su casa, y tres días después el Sha regresaba del exilio y Zahedi era nombrado primer ministro. El hombre corrupto y poco de fiar, amigo de los nazis, se convirtió en el héroe que había logrado la libertad de su pueblo enfrentándose a la amenaza comunista.

Fuentes:
Las citas son fragmentos de Eastern Approaches, de Fitzroy MacLean, leídos en
http://www.gozaar.org/english/articles-en/The-British-Zahedi-Oil-and-the-Lies-in-Between.html
Más:
http://www.elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=51&t=13220
http://en.wikipedia.org/wiki/Fazlollah_Zahedi