Wake

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La isla de Wake era un remoto atolón aislado en el Pacífico central, que contaba con una pequeña guarnición norteamericana y un aeródromo que funcionaba como estación de tránsito aéreo. El 7 de diciembre de 1941, el día que comenzó la guerra con el ataque japonés a Pearl Harbor, su población era de 1.216 trabajadores civiles, 449 marines, 68 marineros y 5 soldados del Ejército de Tierra. Al mando de la guarnición estaba el mayor James Devereux. Su defensas constaban de 12 anticuados aviones Wildcats, 6 cañones costeros de 127 mm y 12 cañones antiaéreos de 76 mm.

Uno de los antiaéreos de 76 mm:

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Para ocuparla Japón envió una flota compuesta por 3 cruceros ligeros, 6 destructores y una fuerza de desembarco, al mando del contraalmirante Kajioka. Los ataques aéreos contra la isla comenzaron el 8 de diciembre, al día siguiente del ataque a Pearl Harbor, a cargo de 36 bombarderos con base en tierra. Ese primer día los estadounidenses perdieron 7 aviones, más de la mitad de los que tenían.

El 11 de diciembre la fuerza de ataque japonesa se acercó a la isla. Los norteamericanos dejaron que los barcos japoneses se aproximasen sin responder al fuego de sus cañones, y los japoneses, confiados, se acercaron demasiado para proteger el desembarco. Inesperadamente las baterías costeras americanas abrieron fuego, y en pocos minutos hundieron al destructor Hayate, cuando un proyectil alcanzó la santabárbara del buque y lo partió por la mitad, y alcanzaron a otros cuatro destructores, dos cruceros ligeros (uno de ellos, el Yubari, tuvo daños importantes) y un transporte de tropas.

Los japoneses tuvieron que renunciar al desembarco, pero el desastre fue todavía mayor: cuando la flota japonesa se retiraba les tocó el turno a los cuatro Wildcats que continuaban operativos en el atolón. Con un total de diez salidas entre los cuatro, los Wildcats lanzaron 20 bombas y ametrallaron continuamente a los buques que se retiraban, que contaban con una mínima protección antiaérea. Una de las bombas incendió y hundió al destructor Kisaragi. El contraalmirante Kajioka tuvo que ordenar la retirada tras haber perdido dos buques y unos 600 hombres. Por su parte, los norteamericanos perdieron un avión, y otro quedó temporalmente inutilizado, ambos alcanzados por el fuego antiaéreo, con lo que los defensores de Wake se quedaron con sólo dos cazas operativos.

Ese día los estadounidenses reclamaron el hundimiento de un tercer buque japonés. Acompañando a la flota de Kajioka iban tres submarinos: el RO-65, el RO-66 y el RO-67. Aquella tarde un Wildcat, pilotado por el teniente Kliewer, divisó un submarino mientras patrullaba alrededor de Wake. Le lanzó las dos bombas que llevaba y le ametralló hasta agotar la munición y luego regresó a Wake. Cuando el otro Wildcat de Wake tomó el relevo y se dirigió al lugar avistó una mancha de aceite, y los norteamericanos dieron por hundido el submarino. Oficialmente quedó entre las pérdidas infringidas a los japoneses ese día. Realmente no fue así. El submarino, el RO-66 al mando del capitán Hideyuki Kurokawa, resultó dañado en el ataque del Wildcat, perdiendo la radio. Al día siguiente se dio orden a los submarinos que acompañaban a la flota de Kajioka de regresar a Kwajalein, pero fue imposible contactar con el RO-66, que se quedó en la zona y fue dado por desaparecido. Unos días después, el 17 de diciembre, otro submarino que había sido enviado a patrullar en las aguas próximas a Wake, el RO-62, colisionó contra el RO-66 cuando éste emergió repentinamente frente a él para recargar las baterías. El RO-66 se hundió, y sólo pudieron ser rescatados tres supervivientes de los 66 miembros de la tripulación. De cualquier forma, aunque fuese más un accidente fortuito que una pérdida en combate (la verdad es que el RO-66 tuvo muy mala suerte), es otro buque que hay que sumar a las pérdidas japonesas en su ataque a Wake.

El 16 de diciembre, el almirante Isoroku Yamamoto, comandante de la Flota Combinada, ordenó a Kajioka volver a atacar la isla, pero reforzando considerablemente la fuerza de ataque. Dos portaaviones (el Hiryu y el Soryu, con 118 aviones), acompañados de los cruceros pesados Tone y Chikuma y los destructores Tanikaze y Urakaze, fueron separados de la fuerza de asalto que regresaba de Pearl Harbor para enviarlos a Wake. A pesar del fracaso del primer intento de desembarco, el alto mando japonés conservó casi intacto su esquema de ataque. El nuevo plan no era más que una versión del primero, solo que utilizando muchos más medios. Los dos navíos hundidos fueron reemplazados por dos nuevos destructores, el Asanagi y el Yunagi, reforzados con un tercero, el Oboro.

Día tras día, desde el 18 de diciembre hasta el 22, las posiciones defensivas y las baterías norteamericanas del atolón fueron atacadas metódicamente por bombarderos Mitsubishi G3M que operaban desde las bases japonesas en las islas Marshall, apoyados por hidroaviones Kawanishi H6K5 "Mavis" utilizados como bombarderos, y con la cobertura de cazas Zero. A ellos se les unirían más tarde los bombarderos en picado Aichi D3A "Val" de los portaaviones Soryu e Hiryu. Uno tras otro, los aviones defensores fueron destruidos hasta que no quedó ninguno. Finalmente los supervivientes de la escuadrilla tuvieron que unirse a las tropas de infantería que preparaban la defensa de la isla.

El último de los Wildcats estadounidenses, derribado en la playa el 22 de diciembre:

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En Pearl Harbor, mientras tanto, se estaba preparando una expedición de socorro. Protegidos por el grupo del Saratoga (formado por el portaaviones, tres cruceros pesados y nueve destructores), el buque de carga Tangier y el petrolero Neches llevarían a la isla refuerzos y municiones, además de nuevos aviones, y evacuarían a los heridos y a parte de los civiles de Wake. El convoy salió el día 15, pero la ayuda iba a tardar en llegar: la velocidad máxima del más lento de los componentes del convoy, el viejo Neches, era de tan sólo 12 nudos.

El 21 de diciembre las unidades de reconocimiento informaron a Pearl Harbor de una importante concentración de fuerzas aéreas en las islas Marshall, y de la posibilidad de que el grupo del Saratoga encontrase elementos de superficie durante su aproximación a Wake. El almirante Pye, jefe supremo de la Flota del Pacífico, se vio obligado a elegir entre arriesgar el grupo del Saratoga o abandonar a los hombres de Wake. Finalmente decidió que tras las graves pérdidas sufridas en Pearl Harbor no podía arriesgarse a perder un portaaviones. A 425 millas de Wake, el convoy recibió la orden de regresar a Pearl Harbor. Lo que los estadounidenses no sabían era que en esos momentos cuatro cruceros enemigos patrullaban al este de Wake, a cientos de millas de la cobertura de sus portaaviones, y habrían sido una presa fácil para los aviadores del Saratoga. También ignoraban que la fuerza de ataque japonesa sobre Wake no estaba preparada contra un eventual ataque estadounidense de superficie (los japoneses estaban convencidos de que tras el golpe dado en Pearl Harbor, los estadounidenses no tendrían nada que pudiesen enviar a la zona).

Marines del 4° Batallón embarcando a bordo del Tangier en Pearl Harbor el 15 de diciembre de 1941, con destino a Wake:

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Los Marines de Wake detectaron a la fuerza japonesa a las 2 de la mañana del 23 de diciembre. En ese momento, los 1.000 hombres de la Infantería de Marina japonesa estaban ya en las lanchas de desembarco, dos de ellas dirigiéndose hacia Wilkes, en el oeste del atolón, y el resto a la costa sur de Wake. Para dificultar la acción de las baterías costeras, el desembarco inicial fue previsto para antes del amanecer, y para reforzar la sorpresa no habría bombardeo naval preliminar.

En la isla de Wilkes, a las 2h 45' de la mañana, una compañía japonesa de aproximadamente 100 hombres desembarcó en la playa bajo el fuego nutrido de las ametralladoras. La guarnición de Wilkes era de tan sólo 70 marines. Los japoneses rapidamente capturaron la primera de las dos baterías que había en Wilkes, pero el fuego de las ametralladoras camufladas les impidió seguir avanzando para tomar la segunda. Tras cuatro horas la situación estaba estabilizada: los japoneses mantenían sólidamente la posición de la primera batería, pero eran incapaces de seguir progresando. Fue entonces cuando los marines agruparon a sus fuerzas y lanzaron un asalto para recuperar la posición perdida. El inesperado ataque fue un éxito, y las pérdidas japonesas fueron desastrosas: en total 4 oficiales y 90 hombres. En el lado estadounidense resultaron muertos 9 marines y dos trabajadores civiles. Pero la línea de comunicación con el puesto de mando quedó cortada, lo que indujo al mayor Devereux a pensar que Wilkes había caido en manos de los japoneses. Alrededor de las 8 de la mañana, después de que sus fuerzas fueran totalmente rechazadas, los japoneses iniciaron un bombardeo aéreo y naval con el que definitivamente lograron dejar fuera de combate a las baterías costeras.

Mientras todo esto ocurría en Wilkes, en la costa sur de Wake también se combatía. Los patrulleros 32 y 33 (dos viejos destructores) encallaron deliberadamente en la playa, cerca de uno de los extremos del aeródromo. Mientras los soldados japoneses saltaban por la borda, el teniente Hanna y sus hombres, con un cañón antiaéreo de 76 mm, dispararon contra uno de los barcos hasta que hizo explosión. Ayudados por la luz del barco en llamas, Hanna y sus hombres concentraron el fuego en el otro barco, que acabó gravemente dañado. Durante estos combates, otras dos lanchas japonesas desembarcaron una fuerza de unos 100 hombres al este, cerca del canal de Wilkes.

El patrullero 33, varado en la playa:

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Poco después una nueva fuerza desembarcó cerca de los dos destructores encallados. El destacamento estadounidense aún conservaba su posición al sur del aeropuerto, pero se encontraba rodeado por los japoneses. El Soryu y el Hiryu lanzaban ahora sus aviones en apoyo a sus fuerzas de tierra. A las 7h 15' el mayor Devereux, en su puesto de mando bajo el fuego enemigo, persuadido de la pérdida de la isla de Wilkes, y viendo la aplastante superioridad enemiga, izó la bandera blanca. La guarnición, dispersa y agotada, se rindió a los japoneses.

Los muertos estadounidenses durante la batalla fueron en total 81 marines, 8 marineros y 82 trabajadores civiles. Los japoneses pagaron muy cara su victoria. La cifra de bajas no se puede saber con seguridad, pero probablemente fueron más de 1.000 hombres muertos o desaparecidos, además de 21 aviones destruidos y 51 dañados, y 3 barcos hundidos o destruidos y 8 dañados.

Tropas japonesas rinden homenaje al teniente Uchida, muerto junto a otros dos oficiales y 29 hombres de su unidad en el asalto final:


A pesar de la victoria, Wake fue una humillación para los japoneses, a la vista de la fuerza acumulada para la invasión y de la debilidad de las defensas estadounidenses. Furiosos por sus pérdidas, los japoneses trataron duramente a los prisioneros americanos. Cinco de ellos fueron decapitados a bordo del Nitta Maru, un transporte de tropas en el que gran parte de los prisioneros de Wake fueron trasladados a Japón.

Durante el resto de la guerra Wake fue el objetivo de ataques aéreos norteamericanos, el primero en febrero de 1942. El raid de octubre de 1943 tuvo repercusiones fatales para los prisioneros que habían quedado en la isla, un centenar de trabajadores civiles. El comandante japonés, pensando que el ataque aéreo era preparatorio de un desembarco en el atolón, ordenó ejecutarlos a todos para evitar que se convirtieran en una quinta columna. Por ese motivo fue condenado como criminal de guerra después de la guerra.

Bombarderos en picado Dauntless atacando Wake en 1943:

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Wake no llegó a ser reconquistada por los estadounidenses durante la guerra. La superioridad aérea estadounidense y su control del mar no hicieron necesario intentar un desembarco en la isla, que volvió a manos de los norteamericanos tras la capitulación japonesa en 1945.

Rendición de la guarnición japonesa en 1945:

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Los defensores de Wake se convirtieron en los héroes que necesitaban los Estados Unidos en esas primeras semanas de guerra. Había que olvidar las pifias en la defensa de Pearl Harbor y las bases aéreas filipinas (de las que el público norteamericano no se enteró en gran parte), Guam se había rendido sin luchar, en las Filipinas la Flota de Asia había huído de Manila y en tierra acababan de comenzar los combates después de que los japoneses lograsen desembarcar miles de hombres casi sin oposición. En las semanas siguientes las tropas estadounidenses en las Filipinas se tuvieron que retirar a la península de Batán, incapaces de contener la ofensiva japonesa. La gesta de los defensores de Wake era la única noticia esperanzadora que los norteamericanos pudieron recibir. La prensa dio mucha publicidad a la insignificante guarnición perdida en medio del Pacífico que había resistido a la poderosa fuerza de invasión japonesa. Se empezó a adornar la historia, como con el mensaje que supuestamente envió por radio Devereux en respuesta a la pregunta de si necesitaban algo: "Send us more japs" ("Envíennos más japos"), algo que él siempre negó haber dicho. Pero también mostró a los japoneses lo que podían esperar cuando los Estados Unidos se recuperasen de la sorpresa y de verdad se metiesen en la guerra: no sería una victoria fácil, el enemigo también estaba dispuesto a luchar.

Fuentes:
John Wukovits: Pacific Alamo
http://www.secondeguerre.net/articles/evenements/pa/41/ev_wakeisland.html


1 comentario:

  1. Espectacular. No me extraña que haya abundante filmografía sobre el asunto en general. Lo que no queda muy claro es qué le ven de "Pacífico" a ese océano.
    Un saludo.

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